El sábado siguiente, por la mañana temprano, Chifuyu se despertó abruptamente por el sonar indiscriminado del timbre de su casa.
—Holaaa, ¿cómo va? —saludó Mikey con una sonrisa cuando Chifuyu abrió la puerta, al tiempo que entraba sin haber sido invitado a pasar.
—No desayunaste, ¿no? —mientras hablaba, Takemichi entraba con un paquete envuelto en papel, y se podía sentir el tenue aroma de facturas recién hechas.
—Son unos cornudos, ¿cómo van a caer a esta hora y sin avisar?
—¡Qué tragedia! ¡Te vimos en pijama! ¡Se te ven los pelitos de las piernas! —vociferó Takemichi, exagerado, haciendo reír a Mikey, que se había sentado en la mesa esperando a que los demás sirvieran la comida. Chifuyu comenzaba a sospechar que las facturas las había comprado Michi.
Desde que a Chifuyu le habían regalado una consola de juegos, sus amigos iban cada vez que podían a visitarlo, o mejor dicho, a jugar un rato. No siempre podían ir todos, pero de alguna manera, Mikey y Takemichi eran la constante de las visitas.
El dueño de casa les preparó café y descubrió que el atenuante de las facturas recién hechas había surtido efecto: ahora estaba de mejor humor.
—Eu, miren que después de comer yo me tengo que ir, ¿eh?
—Ahá —respondieron los dos al unísono, como si fueran zombies, sin quitar la mirada de la pantalla.
Unas horas después, como era de esperarse, tras haber pedido comida para almorzar, Mikey y Takemichi aún seguían allí. Chifuyu ya estaba vestido para irse, y se estaba impacientando.
—Che, dale, posta me tengo que ir, les voy a desenchufar la Play si siguen así...
—¡NO! —gritaron ambos, con impresionante coordinación.
Mikey añadió un comentario que se venía guardando hacía rato. —Te vas con Baji, ¿no?
—Pero... ¿cómo sabías?
—Te pusiste el perfume caro —comentó Takemichi con una media sonrisa, uniendo los puntos poco a poco—, ese que nunca querías usar porque no tenías momento, que era muy caro, que bla, bla, bla.
—Exactamente, y tampoco te vestiste súper elegante, estás más bien casual. Lindo, pero casual. No son las pintas para ir a alguna fiesta, y menos a esta hora, así que sólo podía ser Baji —concluyó Mikey.
—¿Desde cuándo soy amigo de Sherlock y Watson? —Chifuyu suspiró, rendido—. Sí, lo voy a ir a buscar al taller del amigo y después nos vamos. ¿Por qué?
A Manjiro se le encendió una lamparita en el cerebro. —¿Qué amigo?
—Ehhh, ni idea... ¿sabés que no me acuerdo? Pará... era algo con D...
—¿Draken? —aventuró Mikey, ocultando muy bien la chispa de esperanza para que no se notara en su tono de voz.
—Sí, creo que sí, puede ser que sea Drak...
—Listo, vamos con vos.
Takemichi lo miró de reojo a su amigo, pero tampoco era como si tuviese algo que hacer ese sábado, así que no dijo nada.
—¿Para qué...? Ahhh... —Chifuyu entendió casi de inmediato— Querías ver a Draken, ¿no? No dejás títere con cabeza vos.
—Claro.
—Ni ahí, seguro vas a ir a armar bardo.
—Quedate tranquilo, de día no me gusta hacer esas cosas, y aparte no te quiero hacer quedar mal.
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El Profe
RandomBaji, fiel a su principio de no creer en el amor, se desconcierta al descubrir que no puede olvidar al rubio de ojos celestes que conoció una noche. Cuando el universo, casi como una burla, lo vuelve su profesor particular, acaba atrapado entre su e...