Recuerdo #37

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¿Y así pretendía que durmiera? ¿Escuchando la sarta de maldiciones que lanzaba desde la habitación? Todo por un espejo con la imagen del tal Tutankamón. Además, ¿Desde cuándo le gustaban esas cosas?

Afortunadamente luego de proferir más maldiciones que todas las plasmadas en El Valle de los Reyes encendió el televisor para ver esos programas de mujeres esqueléticas que caminan mostrando las ropas más horribles que pudieran existir.

Y él... Tal y como era costumbre continuó bebiendo... A pesar de esta entretención de fingir ser empresario, lo cierto es que no tenía muchas distracciones. Su único pasatiempo seguía siendo el mismo... Pensar en ella.

El alcohol da una ligera sensación de calor en su garganta... Ojalá pusiese hacerlo arder completamente desde su interior, que por más desgarrador que pudiera parecer, nada duele más que la ausencia de la única mujer a la cual ha amado.

Siglos atrás solía permanecer siempre alerta, apenas y dormía un par de horas unas cuántas veces al año... Conciliar el sueño es un poco complicado, pero los humanos, tal y como dice Irasue, tienen algún método para todo.

Tras terminar la segunda botella de whiskey, busca entre sus cosas esas pastillas que le dio el imbécil... Sabe que para los humanos mezclar alcohol con ciertos medicamentos podría ser un tanto letal, pero a él no le causará daño alguno.

A estas alturas nada puede dañarlo ya.

Retira la tapa del frasco y en la palma de su mano caen ocho pastillas que inducen al sueño, las mismas que coloca en su boca y traga de inmediato... Sólo resta esperar a que hagan efecto.

Mientras las reacciones llegan, Sesshomaru revisa su teléfono móvil, encontrando 34 mensajes de texto, todos de un mismo remitente. Definitivamente InuYasha no tiene nada qué hacer y dormir es más importante que leer sus estupideces.

Una hora después apenas y se encuentra algo somnoliento, o quizá es su mente la que intenta creerlo. De cualquier modo es mejor recostarse en el sofá e intentar dormir... Con suerte será una de esas ocasiones en que podrá soñar con ella.

Al amanecer, Irasue se siente molesta. Su cama ya no es cómoda. Seguro el higadito hace más de dos días no cambia las sábanas. ¿Por qué era tan necio? Él no es alguien que pueda vivir solo y hacer las cosas por si mismo, quiera o no, necesita ayuda. Sin embargo se negó a que alguien le auxiliara con la cuestión de limpieza del departamento.

¿Y si le compra un robot? De lo contrario va a empolvarse todo.

Con ganas de regañarlo, porque seguramente la cocina sólo está de adorno ya que el señorito no come, se dirige a la sala a buscarlo.

Está dormido, y en la mesa contigua al sillón está un frasco de pastillas lo cuál la alarma.

¿Se suicidó ahora sí?

¿Podía morir con eso?

Sigue respirando y su corazón late... Irasue suspira aliviada... Era esa la intención de Sesshomaru el día en que Rin se fue, y segura está que desde entonces y hasta el día de hoy lo ha considerado a cada instante, el quitarse la vida.

Toma el frasco de pastillas... ¿Lorazepam?

Leo Sternbach... Benzodiasepinas... Si mal no recuerda es un ansiolítico, amnésico, sedante e hipnótico, anticonvulsivo y relajante muscular. ¡Esto fue obra del otro hijo de Toga!

Irasue: ¡SESSHOMARU!

Él parece no escucharla, no se mueve, no mueve ni una milésima de milímetro su rostro.

Recuerdos de otra vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora