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-¿Cómo se siente?

-Bien, un poco cansado. Pero bien. ¿Tú?

Sonreí levemente -Mejor ahora que despertó -hice una pausa -Nunca en mi vida estuve tan asustado- dejé salir todas las lágrimas guardadas.

-Shh, tranquilo -intentó calmarme.

-Si si, muy tranquilo y todo pero casi muero yo también del susto -lo miré serio -Nunca más vuelva a usar su cuerpo como escudo. Usted no puede lastimarse.

-Tu tampoco puedes. Jamás -dijo tajantemente.

-Yo no soy el Rey de toda una nación.

Su mirada se oscureció -Claro que si. Eres el Rey Consorte de Corea.

-Aún así, tiene que tener más cuidado Su Majestad.

-De acuerdo. Te haré caso por que pareces enojado.

¿Era broma? -Puff, estoy furioso. Pensé por un momento en divorciarme de usted.

-¿Qué? ¡DEMONIOS! -se sostuvo la herida.

-¿Qué pasó? ¿Le duele? Llamaré al doctor -antes de que me girara, él tomo mi mano y me tumbó hacia el. Podía sentir su respiración -Estoy feliz de que estés bien -dijo mientras apoyaba su frente en mi estomago. Me quedé así hasta que se durmió.

Al día siguiente, el sol hizo que abriera los ojos. Al parecer, yo también había quedado dormido a su lado. Me estiré en la silla justo cuando entraba un Doctor.

-Buenos días Rey Consorte -saludó con reverencia y se acercó al pelinegro. Miré lo que traía.

-¿Otra inyección? Ya le pusieron una hace una hora más o menos.

-Es un calmante -dijo sin mirarme a los ojos y Hongjoong comenzó a despertar de a poco.

-Buen día-me saludó.

-Hola -le sonreí -Perdona, no te había visto antes ¿qué doctor eres?

Ante mi pregunta, él frenó y me miró sobre los lentes. Yo miré sus manos y antes de que descargara la jeringa en la intravenosa, le apunté con un arma -Deja eso y aléjate de él.

Lentamente soltó la aguja y se hizo para atrás -Levanta las manos -ordené y así lo hizo.

-¿Quién eres? -le preguntó el Rey al lograr sentarse.

No respondió.

-¿Para quién trabajas? -siguió sin responder.

Retiré la ronda vacía de la cámara -Te está preguntando algo, responde.

-Bien... van a perder la guerra- dijo y se lanzó a nosotros con un cuchillo, a lo que apreté el gatillo y le di en la pierna. San ingresó corriendo y, con otros soldados, lo rodearon.

-¿Están bien? -nos preguntó.

Asentimos, pero mis manos temblaban, así que mi esposo las tomó y acarició -Tranquilo Hwa. Todo está bien.

-Fue buena idea guardar la pistola bajo la camilla -le dije de repente, lo que causó que comenzáramos a reír.


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Dos días después ya le habían dado de alta y todos lo esperábamos ansiosos . Cuando llegó, los niños corrieron a abrazarlo.

◇SOY TU REY◇  HonghwaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora