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Los visitantes de Arabia se habían ido esta mañana. Aun que admito que los extrañaría, Hongjoong podría estar más desocupado para descansar. Lo cual no le haría nada mal ya que las ojeras están volviendo a decorar su imagen. Por este motivo estoy preparando la pomada y una bufanda que le hice yo mismo. Con este frió, podría alegrarle el día. 

Salí confiado de mi Pabellón, sintiéndome muy feliz al caminar con mis amigos detrás. Y es que Yunho, Mingi y Woo se han vuelto mis queridos compañeros de aventuras este último año. Miré a lo lejos y vi acercarse a Su Majestad, siempre tan lindo e imponente con su forma de moverse; su orbes afilados y su cabeza derecha.  Normalicé mi caminata y sonreí, yendo con la idea de que cuando él me mirara, pararía y hablaríamos. Así que con cada paso nuestros cuerpos se iban acercando hasta que por fin nuestras miradas se conectaron. Pero... él la desvió y continuó, pasándome por al lado como si yo fuera invisible. No dijo nada y solo me ignoró, dejándome con el pequeño paquete en mis manos y un sonrisa que cada vez se iba apagando más. Al girar, su espalda fue lo que ví.

¿Realmente, no me habló?

Aun que me quedé allí unos minutos más, debía irme. La Sesión Matutina del Harem comenzaría y yo no podía llegar tarde. Procedí a darle la caja a Woo, quien no dijo absolutamente en el recorrido de ida. El estado de la reina me hizo olvidar por un minuto todo: su rostro pálido, labios secos y mirada cansada. Cuando le preguntábamos, ella respondía con un simple "todo está bien".

Si solo hubiera entendido que nada estaba bien...

Ya estábamos por terminar cuando nos pidió salir afuera unos minutos. Pensamos en negarnos por cómo estaba, pero no podíamos desobedecer a la Reina. Y tal como ella lo dijo: "Aún si lo hago sin ustedes, saldré".

Cuando pusimos un pie afuera, las concubinas chillaron por el frio pero, en cambio, la Reina sonrió y comenzó a jugar con la nieve. Confirmo de que se me estaba congelando hasta el alma, pero seguí su juego y comenzamos a reír a carcajadas. Las demás se nos unieron a la fuerza y entre todas grabamos muchos vídeos del momento, como en uno donde Kira y Sandara molestaban a Ji Hee tirandole bolas de aquel blanco material. Ya no estaba aguantando más la falta de aire por la diversión del momento así que me dí vuelta para pedirle ayuda a la Reina. Hubiera deseado haberlo hecho antes.

Sentada en un banco, su cabeza recostada con los ojos cerrados y sin señales de sonrisa alguna. La miré confundido y me acerqué -Mi Reina ¿está cansada? -sin respuesta -Reina ¿se ha quedado dormida? Se puede enfermar, es más ya debe estar fría -tomé su muñeca y me quedé helado.

No sentía latidos.

-Mi señora... ¡REINA!

Ante mis gritos, los demás presentes pararon de jugar y nos miraron. Al notar la situación, corrieron asustados.

LLAMEN A LOS MÉDICOS, AHORA!

Pese a la desesperación, a los intentos de reanimación y a la rápida acción médica... ella ya había muerto. Todos nos quedamos al rededor de su cuerpo acostado en la nieve, intentando comprender. Pero no había forma de hacerlo, mucho menos cuando su esposo llegó corriendo.

Los ojos de Hongjoong se congelaron cuando la vió. Despacio, se acercó y la tomó en brazos. Sin decir una palabra, escondió el rostro en su cuello y se quebró. El llanto desgarrador que salía de su garganta demostraba el insoportable dolor que sentía. Todos quisimos acompañarla al descanso eterno ese día...




El funeral estatal se realizó en la más profunda tristeza. Los niños lloraban frente a la tumba de su madre, nosotros llorábamos frente a la tumba de nuestra reina pero el Rey... el Rey solo se mantuvo inexpresivo todo el velorio. Era costumbre que el harem se quedara arrodillado hasta terminar y así lo hicimos. El malestar físico no se comparaba con el dolor emocional. Ese día, el Mundo lloró la perdida de un hermoso ser. Ese día, los colores se apagaron. Ese día, una parte de nosotros murió con ella.

Los padres de su Majestad nos agradecían la presencia, pero luego de unas horas nos dijeron que estaba bien que volvamos a descansar. Si bien nos negamos, el matrimonio mayor insistió. Estábamos por volver cuando la nieve se volvió más pesada. Intenté subirme al auto, pero mi corazón no pudo. Les dije que me despediría una última vez y retorné hacia el cementerio. Pero la imagen al llegar partió la poco estabilidad emocional que me quedaba.

Arrodillado en el pasto, un pelinegro cubierto de copos blancos miraba con atención la lapida que decía "Amada madre y esposa, amada Reina e hija, descansa en paz".

Con San inclinado de la misma manera, ninguno se movía. No podía sentir el mismo dolor que el Rey sentía, pero si podía estar ahí. Así que decidí acercarme con Yungi y Woo detrás, a la vez que imitaba su posición al sentar. No dijimos nada los primeros minutos, ni tampoco lo sentí necesario. Hasta que...

-Yo lo sabía -exclamó con voz rota.

-¿Qué cosa? -pregunté sin entender.

-Su enfermedad.

Mis ojos se tornaron como un cero, pero aún así no respondí.

-Tenía lupus. Me lo contó la noche de la reunión en su Pabellón. Lo estuvo ocultado los últimos 5 años -finas gotas se resbalaban por sus mejillas - ¿Cómo pude no darme cuenta? Soy su esposo ¿cómo pude... -comenzó a llorar con fuerza -Ella incluso... me pidió no decírselo a nadie y se negó a realizar el tratamiento -me miró -¿Sabes lo que me dijo? Que quería morir en su hogar.

Mientras más hablaba, más se rompía mi ser.

Se secó con ira la cara -No creo que  pueda haber un peor esposo que yo. Realmente -sonrió con una mueca de dolor -debería liberarte para que no salgas lastimado conmigo.

Mi universo se detuvo al oírlo.

-¿Qué? No, yo -quise expresarle mi negación absoluta pero su expresión cambió.

-Es suficiente, es suficiente -dijo y se levantó. Se quitó su saco y me lo colocó sobre la cabeza -Vuelva al palacio Rey.

Me dolió, bastante a decir verdad. Él me lo había ordenado como gobernante, sin otro sentimiento de por medio. Este día me estaba enfermando.

◇SOY TU REY◇  HonghwaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora