𝓉𝒽𝑒 𝓈𝓌𝑒𝑒𝓉 𝓊𝓃𝒸𝑒𝓇𝓉𝒶𝒾𝓃𝓉𝓎: 𝓉𝓌𝑜

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𝓖𝓲𝔀𝓸𝓷

Repiqueteo los dedos sobre el teclado mientras termino de leer la columna que escribí. Mi cerebro está completamente seco, mi espalda adolorida y, nunca creí que confesaría esto con tal liviandad, pero he odiado todos y cada uno de mis trabajos estos últimos días.

Cierro la pantalla del ordenador y bufando, dejo caer mi cabeza.

Mi teléfono vibra a un lado encima de la isla de la cocina pero lo miro sin tomarlo porque ni siquiera quiero moverme. De todas maneras es uno de esos mensajes que Hyesun me ha estado enviando desde hace días, con la cuenta regresiva exacta. Demasiado exacta.

14 horas para el registro. 22 horas para la boda.

Tan exacta que me pone nerviosa.

Mientras mis labios se estiran lo que el cansancio permite, inhalo profundo.

Mañana es el día. Jungkook y yo estaremos oficialmente casados según lo indica la ley. Sé que no será un cambio abrupto en nuestras vidas, que cuando esto pase y volvamos aquí, seguiremos con la rutina como lo hemos estado haciendo desde hace casi tres años sin la necesidad de un documento que lo acredite. En realidad, creo que justamente eso es lo que me emociona. Pensar en lo que nos queda por vivir a partir de hoy.

Por el momento, lo siguiente en nuestro horizonte, tal y como lo ha dicho Hye, es una boda. Si es que se le puede llamar así, porque luego de esa noche en Busan en la que nos comprometimos, todo se volvió algo... alocado.

Fueron días extraños, entre la madre de Jungkook echándose a llorar por la noticia, la mía intentando convencernos de incluir un ritual budista en los votos. Hyesun buscando de inmediato vestidos y salones y Jimin planteando el dilema de si sería en Busan o en Seúl, cuando yo ni siquiera había pensado en todo lo extra que la propuesta implicaba.

Elegir flores, menú, vestimenta, sitio, y los gastos. Madre mía los gastos. 

Las primeras semanas realmente lo intentamos.

Mi padre insistió en que no nos preocupemos por el dinero y para su placer, nosotros fingimos no hacerlo. Así que, tras decidir que sería en Busan así él no debía trasladarse, aprovechamos nuestras visitas allí para tener algunas reuniones con distintos organizadores. Fueron días de muchas sonrisas fingidas y agobio, porque se siente extraño cuando un desconocido te da un protocolo que debes respetar al pie de la letra para dar el sí al amor de tu vida, cuando ni siquiera te conoce a ti ni a él. El asunto es que, estabamos tan ensimismados en hacerlo funcionar, que ambos tardamos un poco en hablar sobre el tema. Ahora que lo veo con perspectiva, creo que era bastante evidente que esos silencios en los que nos hundiamos eran cada vez más extensos.

Pero entonces una noche, como siempre, la conversación surgió de un absurdo.

Tendidos en el sofá, Jungkook y yo veíamos en su móvil las fotos que Taehyung había publicado esa semana. Postales preciosas de algún pueblito alemán en donde se había perdido.

—Dios, qué bonito... —suspiré, con la mejilla atornillada a su pecho.

—¿Quieres ir? Podrías ponerte uno de estos vestidos típicos. Apuesto a que tus tetas lucirían estupendas.

—No voy a usar eso.

—Y dos trenzas... Y me traes unas cervezas y yo te palmeo el culo.

—Alucino con lo cerdo que te pones.

—Ojalá pudiera llevarte allí... de luna de miel, sabes.

—Ojalá pudiéramos, pero no tenemos tanto dinero Gubu.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2022 ⏰

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