twenty seven ▶ jjk

𝓂𝑒𝓂𝑜𝓇𝒾𝑒𝓈: 𝓉𝒽𝑒 𝑔𝑜𝑜𝒹𝒷𝓎𝑒

Aceptar que nada es permanente no se le daba muy bien.

Aún cuando aprendió que en realidad los cambios eran la norma y no la excepción, para Lim Giwon seguían siendo catastróficos, y el hecho de que por aquel entonces ella no era la única que se encontraba perdida, parecía complicar más su mundo.

Esa nueva etapa había dejado en todos cierto inconformismo, cierta soledad y bastante confusión. Luego de la universidad, la vida parecía marchar sin respetar los planes de nadie y en el caso de Hyesun, los planes en sí, ya no tenían sentido.

Hye tardó varios meses en conseguir su primer empleo. Uno que no calzaba con ella y que se prometió mantener sólo hasta hallar algo mejor, pero cerca de un año después continuaba en el mismo sitio. Aquella elitista escuela de música que despertaba lo peor de sus recuerdos. A veces las memorias logran lastimar más que el presente, y darse de lleno nuevamente con las exigencias de los padres, las frustraciones de los niños y las pretensiones del mundo, le hizo sentir que volvía a llevar una soga en el cuello, una que se ajustaba poco a poco, lentamente.

De pronto Hyesun dejó de reír tan alto, de llorar con ganas y hasta de quejarse. De pronto dejó de  pensar en cambiar de empleo, porque la rutina le había escondido su capacidad de cuestionarse. La apatía, que nunca fue un rasgo suyo, parecía comérsela lentamente, y ni siquiera ella misma fue capaz de notar qué era lo que le estaba volviendo esta nueva persona. En el afán de sentir, ni siquiera ella comprendió que esas amistades fugaces, las noches cada vez más largas y sus recientes discusiones con Park Jimin, eran la manera de ocultar lo disconforme que se sentía.

Shin Hyesun se convertía despaciosamente en esta chica que poco tenía que ver con ella, y porque todos estaban ocupados en sus propias batallas, ninguno era capaz de detenerla. Tampoco Park Jimin.

No importa que tanto creas conocer a alguien, que tanto te conozca a ti, la realidad pertenece al ojo del que la observa y desde la agotada mirada de Jimin, Hyesun solo era esta increíble chica que estaba viviendo su juventud, que estaba haciendo lo que él se sentía ya incapaz de hacer. Hyesun era demasiado, y acabaría por dejarlo atrás.

Aún a más de un año de su graduación, Jimin no lograba conseguir un trabajo estable. Había ido y venido de empleos de medio tiempo que destruían sus esperanzas un poco más cada vez. Él, que nunca fue un entusiasta del futuro y siempre se jactó de su pasión por el presente, ya no encontraba consuelo ni en el ahora ni en el mañana. Así fue como en los ojos desencantados de Park Jimin, la vida nocturna de Hye y sus nuevos amigos eran reflejo de plenitud y no de desesperación.

Se lo insinuó a Jungkook un día, cuando ya llevaba bastante masticando la idea y se había convencido casi por completo de ella. Que tal vez Hyesun pasaría página pronto, que menos mal no habían dado el paso antes, que menos mal lo de ellos no iba en serio. Aunque Jungkook tampoco comprendía las verdaderas razones de Hye, sí pudo palpar la pesadez que cargaba su amigo. Pero como la forma en que miramos, escuchamos y respondemos, depende de nuestra irreproducible historia, al notar el desaliento en la voz de Jimin, él solo fue capaz de decirle lo que siempre se decía a sí mismo: no te rindas, avanza un poco más, puedes hacerlo.

Jeon Jungkook ni siquiera era consciente aún de que su empuje casi irreverente se debía a la ausencia repentina de su padre y por supuesto, su amigo tampoco lo supo. Así que sin intención alguna, Park Jimin volvió a sentirse solo e incomprendido, y miró con admiración al resto, que parecía seguir con su vida de una forma en la que él no podía.

Aún con aquellos que más quieres, la incomprensión es un círculo en el que se puede caer fácilmente. Es en ocasiones ineludible, porque tarde o temprano todos silenciamos algo. A veces porque ni siquiera logramos identificar lo que callamos y otras, porque simplemente somos incapaces de decirlo en voz alta.