𝟤𝟦. 𝓌𝒽𝑒𝓃 𝓎𝑜𝓊 𝓈𝑒𝑒 𝒾𝓉 𝒾𝓃 𝒶𝓃𝑜𝓉𝒽𝑒𝓇 𝓌𝒶𝓎

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𝓙𝓾𝓷𝓰𝓴𝓸𝓸𝓴

Definitivamente, mis sospechas eran acertadas: el piso sin Gi no es más que cuatro paredes. De hecho, esta mañana volvió a golpearme la realidad como un puñetazo en el estómago tras estar de pie unos minutos, aún algo adormecido y mirando su habitación llena, pero vacía.

Como siempre me sometí a un escenario terrible, intenté imaginar a alguien que no fuera ella durmiendo en esa cama, ocupando ese espacio, moviéndose por el piso. Acabé desechando la idea con frustración y regando su helecho, que en algún momento vendrá a buscar cuando encuentre su propio sitio.

Se supone que lo que me toca a mí es publicar su habitación de una vez, si es que pretendo cubrir la paga del próximo mes, pero por ahora decido patear hacia adelante el momento. Tal vez lo haga en la noche. O en cualquier otro instante en que el sueño me abandone, como ha sucedido esta mañana.

Cuando atravieso la puerta de entrada al edificio de Keypub, la mirada de Ong da con la mía de inmediato. No esperaba otra cosa porque somos las únicas dos almas aquí dentro. Apenas han pasado unos minutos de las 7. Le sonrío, como de costumbre, y como de costumbre también, él pone los ojos en blanco una vez afloja la presión de su ceño.

—¿Qué haces aquí a esta hora? —pregunta, con ese gesto de quien mira algo incomprensible.

Apoyando mi codo en el mostrador de recepción dejo encima una bolsa como única respuesta, pero su mirada siempre analítica rebusca en esta y en mí con recelo. No quiere aventurarse en conjeturas, aunque estoy completamente seguro de que sabe lo que hay dentro.

—He madrugado para traerle el desayuno. Al menos podría sonreírme. —Le sonrío yo, forzosamente, para que se note que busco riña.

Cuando chasquea la lengua, sé que tendré lo que quiero.

—Pensé que te habías olvidado de mí. Apenas te has dignado a saludarme últimamente. —reniega, aunque de todas formas abre la bolsa, eso sí, no deja de lanzarme vistazos de ofensa.

—Ay no, ¿le he roto el corazón? Espero sepa perdonarme, tuve unos días... complejos. —Apoyo el mentón en mi mano.

¿Complejo es la palabra adecuada? Bueno, no han sido malos, tampoco perfectos. ¿Por qué aún así no me convence el término?

—¿Complejos? —dice, mientras quita los paquetes y los examina uno por uno. Una cuasi sonrisa tira de sus comisuras cuando aguza la vista para leer con cuidado la etiqueta del té de ginseng vitaminado que le he traído. Y entonces agrega—: Hasta el viernes parecías un espectro, y hoy te ves como un payaso.

No sé cómo exactamente he logrado verme como un payaso, pero lo cierto es que su observación me arranca una risa desganada.

—Un payaso. —apunto, subiendo las cejas, obligándole a asentir—. No me decido si es bueno o malo.

—Es malo, está claro. Pero no te queda mal.

—Sí... bueno... sigo sin entenderlo.

—Definitivamente es mejor que un espectro. —se encoge de hombros y le da un trago al té.

Cuando el supervisor de finanzas cruza la puerta, baja rápido la botella antes de saludar. Yo lo imito, hasta que el hombre entrajado desaparece en los ascensores. Entonces chasqueo la lengua y dejo caer mi cabeza de nuevo en mi mano, mientras Ong vuelve a dirigir el pico de la botella a su boca.

—Te ves como si quisieras convencerte de que estás feliz, aunque no estoy seguro si lo estás del todo. —explica antes de beber.

—Vaya... de verdad soy un payaso.

twenty seven ▶ jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora