𝓖𝓲𝔀𝓸𝓷
Al parecer los "guías espirituales" de mi madre también creen que esto es una magnífica idea. Cuando interrumpí su hora de meditación para contárselo, me dijo que acababa de sentirlo, casualmente.
—Ya puedo percibir tu éxito, cariño. —exhaló sosteniéndome las mejillas, llenándome de ese aroma a sándalo y hierbabuena que siempre tiene.
Por supuesto no le dije que estaba aterrada, que mi guía espiritual, que así le llamo yo a esa vocecita alarmada que se enciende en mi cabeza cuando algo no pinta bien, me dice justo lo contrario, que estoy loca, que mi apartamento pequeño y mi esa columna en la revista The Portal no tiene nada de malo en realidad.
Pero mamá no entiende de miedos, y menos de los míos. Conoció a papá cuando tenía mi edad y estaba haciendo un viaje por Tailandia, sola; se hizo una herida haciendo rapel y cogió una infección que le comprometió la pierna. Tuvo suerte de que mi padre estaba allí, haciendo su internado en aquel hospital, y que era el único médico que hablaba su idioma. Aun teniendo en cuenta su vida de aventuras, papá siempre dice que la única vez que vio a mi madre asustada fue en un episodio de fiebre alta que sufrí cuando todavía era una bebé. Ni siquiera cuando tenía toda una colonia de bacterias comiéndole la pierna. Así que dudo que pueda comprender que ir a la capital hace que me tiemblen los dedos.
Afortunadamente, por cada loco hay un cuerdo... o algo así. Por lo que luego de escuchar a mi madre enumerando todas las cosas nuevas a las que me enfrentaría, elevando mi arrepentimiento, fui al estudio de papá y me arrojé junto a él en su sofá, en silencio, un exquisito silencio que sólo se rompía cuando ameritaba citar una frase del libro que estaba leyendo, mientras yo le ofrecía masajes en su brazo derecho, que es el más afectado por el Parkinson. Casualmente eran frases como "El hombre debe tener ante todo el valor de ser él mismo" o "La gente suele ser esclava de las ordenanzas", muy conveniente Kundera, muy conveniente.
Han pasado más de dos semanas desde ese día. Organizar mis valijas me llevó más tiempo del que creía, tanto, que comencé a cuestionarme si no estaba saboteándome con esa repentina manía de orden que jamás tuve antes. Hye no dejó de llamarme todo ese tiempo, creo que temía que hubiera cambiado de parecer, hasta me llegó a amenazar con enviar una de esas empresas de mudanza que empacan toda tu vida en cuatro cajas y en menos de quince minutos. Pero al final, más tarde que pronto, mis cosas estaban embaladas. Conseguí arrendar mi pequeño apartamento a un editor recién divorciado de The Portal y guarde el resto de mis pertenencias en casa de mis padres. Tal vez lo más conveniente hubiera sido rescindir el contrato y deshacerme de todo, pero me siento mejor sabiendo que mi piso sigue allí, por si necesito volver a él.
Así que esta mañana me monte en el primer tren de camino a Seúl, con el corazón inquieto y descargando mis nervios en un abrazo hacia mi helecho. Soy totalmente consciente de que la osadía no es una de mis virtudes, pero de todas formas he logrado apagar más y más cualquier pizca de valor que en mi existiese en cada kilómetro que me acercó a la capital. ¿Cómo pierdes algo que nunca has tenido? No lo sé, pero mientras arrastro mi equipaje por la terminal y hasta al octavo piso de este edificio en Yonggang, todo esto vuelve a parecerme una mala idea.
Además...
¿Quién usa 5555 como el código de su puerta? ¿En serio Jungkook?
Suspiro sonoramente antes de extender mi dedo y digitar el ridículo número. Al menos me alivia saber que no voy a cruzarme con él hasta la noche, tengo el tiempo suficiente para mentalizarme y planear el incómodo reencuentro, aunque teniendo en cuenta lo impredecible que es, el margen es amplio.
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twenty seven ▶ jjk
FanficGiwon está acobardada. Jungkook se siente perdido. Jimin y Hyesun están a punto de ponerlo todo de cabeza. Para este grupo de amigos la vida no está saliendo como lo habían planeado, entonces... Tal vez sea momento de dejar de hacerlo. • Heterosexu...