twenty seven ▶ jjk

𝓂𝑒𝓂𝑜𝓇𝒾𝑒𝓈: 𝓉𝒽𝑒 𝒹𝓇𝑒𝓈𝓈

Ambos lo estaban intentando.

Aunque las luces de esa terraza, la música y los brindis no fueran para ellos, lo estaban intentando, a la par, en silencio y sonrientes.

Lo peor no era la idea de que podrían estar graduándose también, ese mismo año y junto a sus amigos. No eran las molestas comparaciones las que les hacía compartir esa pena que los dos disimulaban a la perfección, esa que ni siquiera sabían que el otro sentía. Lo que en realidad le daba a la celebración un regusto amargo, eran las razones que los había llevado a suspender, que los habían dejado atrás.

Aquellos difíciles meses aún acompañaban a Lim Giwon a donde fuera. La férula hacía mucho había dejado su pierna al igual que Lee Jiho había desaparecido por completo de su vida, sin embargo, había en ella una incomodidad perpetua, soportable pero perceptible, como arena que se filtra al interior de tus zapatos. A pesar de que esa tarde en la floristería fue ella misma quien animó a Jungkook a buscar ayuda, Giwon había ido a terapia sólo tras la perseverante insistencia de su madre. Un par de sesiones le bastaron para darlo por intentado y desistir por completo de la idea. A fin de cuentas, si algo la definía realmente, era esa capacidad de que nadie podía hacerle cambiar de opinión hasta que no estaba lista para permitirlo.

Fue en su deseo por levantar su espíritu que se aferró desesperada a aquel sueño de la infancia. De a poco las palabras perdidas volvieron a ocupar hojas al azar en sus cuadernos y su laptop comenzó a llenarse lentamente de una cantidad de archivos "sin título". Lim Giwon volvió a sonreír de nuevo, pero algo había cambiado en ella después de todo. Aún enfocándose en sus planes, esos metidos a calzador y también los que arrastraba desde pequeña, no le alcanzó para quitar el malestar que llevaba aferrado a los huesos, y que esa noche parecía latir con más fuerza.

De todas formas, siempre que lo veía a él se alentaba a sonreír. Tenía este enunciado metido en su cabeza tras aquel día de otoño, este que decía que, si Jeon Jungkook se había levantado después de ese cruel año, ella no tenía fundamento alguno para no hacerlo. 

Lo que no sabía Gi, era que Jungkook continuaba perdido. La vida lo había arrollado, le había quitado el suelo bajo los pies y a pesar de que hacía cerca de un año que su padre se había ido, él no lograba aún volver a encauzarse del todo. Esa sensación de caminar continuamente por una cornisa, de estar por siempre al borde de perderlo todo, que el mundo se de vuelta en un pestañeo, se había anclado con sigilo en su interior. Su personalidad siempre decidida se tiznaba ahora con rasgos de imprudencia. El temor a arrepentirse de no actuar, no hacer y no decir, habían vuelto a Jungkook más atrevido que antes, aunque sus razones tuvieran un trasfondo tan poco feliz.

Había solamente una línea que él no se atrevía a cruzar. Había una única persona en su vida con la que Jungkook meditaba antes de actuar, y repensaba incluso lo que acababa de pensar.

—Lim Giwon. —la nombró Jimin. Ella quitó la vista del grupo de estudiantes borrachos, esos que comenzaban a alentarse mutuamente a cantar entre gritos la canción que sonaba en la terraza—. ¿No vas a tomar ni un trago? El grupo de los abstemios está por allá.

—Eh, si aquí se va alguien eres tú. —dijo Hyesun, antes de que Giwon pudiera siquiera abrir la boca—. Es mi fiesta de graduación y mi mejor amiga.

Jungkook apretó los labios cuando Jimin, bastante beodo, bajo la botella con mirada herida y se quedó viendo como Hye pasaba un brazo por los hombros de Gi, quien lanzaba un suspiro sosteniendo la sonrisa, porque sabía que su amiga llevaba también unas cuantas copas encima.

—¿Me dejas para el taxi? —murmuró Jungkook, frotándose la nariz antes de darle un sorbo a su cerveza.

Giwon fue la única que se rió ante su acotación porque a pesar de que todos habían escuchado, se sentía en el ambiente el comienzo de una de esas eternas batallas que el par solía mantener.