29. Mantener El Teatro

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Dicen que es mejor una horrible verdad a una dulce mentira.

Yo siempre había estado en contra de esa frase. Porque creía que la honestidad era el pilar de nuestra vida. Por eso me interesaba tanto averiguar la verdad de todo.

Y siempre había pensado que mi mamá, mi papá y mis hermanos eran muy honestos conmigo.

Pero ese día en los túneles, descubrí que ciertas verdades no deberían descubrirse jamás.

Cuando el tío Bruno y yo estábamos regresando, nos divertíamos a lo grande. Contamos chistes, me terminé enterando todos los detalles de "La oculta pasión de Esmeralda" y relatamos muchas anécdotas.

Mientras dejábamos marcas de tela, hacíamos el mapa y avanzábamos por los sinuosos caminos, tuvimos un gran tiempo juntos.

—Y aquí pon una marca —anunció él—, para que no se cofundan.

—A la orden.

Abrí mi mochila y saqué de los pocos trozos de tela rosas que me quedaban.

Estaba a punto de ponerlo, cuando encontré en otra roca un pedazo de tela similar. Parecía más sedosa y limpia, y esta era de color azul, pero por la textura eran iguales.

—¿Esto es nuestro? —le pregunté al tío Bruno.

—Ni idea, tú eres la que pone las marcas.

—Sí, es que... Esto debería ser rosado. ¿O alguien más a explorado estos túneles?

—Nah. Imposible. Bel y yo nunca habíamos salido del refugio. Y nadie, aparte de ti, nos había encontrado antes.

—Pero esto no es tuyo ni mío. ¿No habrá alguien más aquí?

—Pues... Quizás algún explorador ingresó por la salida y se perdió un rato —sugirió él—. Pero jamás llegó al refugio, lo hubiéramos escuchado. Déjalo así.

Aunque me seguía causando mala espina, decidí hacerle caso. Igual guardé ese trozo de tela en mi mochila.

Y luego de una ardua caminata, girar mucho, evitar los palos y escalar, finalmente llegamos de regreso al refugio.

—¡Estamos vivos! —exclamé exhausta y alcé mis brazos en victoria—. ¡Lo logramos! ¡Lo logramos! ¡Larga vida tenga Esmeralda! ¡Lo hicimos!

El tío Bruno lanzó una risita al verme celebrar y ambos chocamos palmas.

—Nada mal para el abuelo de las ratas y la niña periodista, ¿cierto?

—Somos lo máximo —dije orgullosa—. Lo hicimos genial.

—Ya, pequeña. Ahora dile a Bel que regresamos, yo voy a empacar nuestras cosas para la fuga.

—Señor, sí, señor.

Me despedí con un gesto militar y me fui corriendo en busca de mi tía.

El refugio estaba vacío, mis tíos encargados de la evacuación ya habían salido al pueblo. Solo quedábamos el tío Bruno, la tía Mirabel, mi mamá y yo.

La calma, después de tanta bulla que hicimos, era impresionante.

Por suerte no tuve que aventurarme mucho en los túneles de la entrada. Mi mamá y la tía Mirabel estaban a solo unos pasillos de distancia.

Mi intención no era quedarme y escuchar su conversación, lo juro.

Pero cuando mi mamá me mencionó, se me hizo imposible no esconderme a oír.

—Vivir bajo tierra te ha afectado la cabeza, Laura no tiene un don —replicó mi mamá, en tanto hacía crecer una planta carnívora—. Jamás ha tenido uno. Ninguno de mis hijos lo tiene.

✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora