44. ¿Estás Lista?

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El último cumpleaños que celebré fue el de mis trece años y fue de los más peculiares que he tenido.

Mi fiesta fue en un escondite subterráneo, con una tía que llevaba quince años desaparecida y un tío muy creativo acababa de conocer.

Mi pastel fue una pila de arepas con una velita. Mis decoraciones fueron unas ratas corriendo y unas mariposas amarillas revoloteando.

El último cumpleaños que celebré no tuvo nada de normal. Pero fue, sin lugar a dudas, uno de los mejores.

Durante todo ese año, había sido el primer puesto en mi lista y creí que siempre permanecería ahí.

Sin embargo, descendió al segundo lugar ese día. Había sido superado, solo por unos cuántos puntos, por esa belleza que estaba contemplando.

Era una fiesta preciosa.

La fiesta que nunca tuve.

Era una fiesta de cumpleaños... Y también una fiesta de despedida.

Una fiesta en la que todos mis familiares estaban involucrados y la energía vibrante se sentía en nuestra Casita.

—¿Alguien puede sacar los platos?

—Yo voy, yo voy.

—¡Milo, necesito a otra Luisa por aquí!

—¡A la orden!

—¿Isa, me alcanzas las tazas?

—¿Quién quiere chocolate caliente?

—¡Félix, pásame la bandeja!

—¡Tengo los tamales! ¡No, Marcos, suelta eso! ¡No te lo comas!

—¡Tío Bruno, una manito por aquí!

—Bel, si sabes que la casa se puede decorar sola, ¿verdad?

—¡Cuidado, voy a pasar!

—Casita, dale una silla a Mariano por favor.

—Tía Pepa, toma los cubiertos.

Las cadenetas iban de un rincón a otro. Las paredes estaban plagadas de recortes. Había una larga tela blanca dónde decía "Feliz Cumpleaños" con pintura rosada.

La comida en la mesa era exquisita, era el desayuno más grande que había visto.

Mi familia tenía sonrisas en sus rostros y le ponían todo el empeño del mundo a la celebración.

Todo era casi perfecto, a excepción de un pequeño detalle: mamá Alma no estaba ahí.

La busqué con la mirada entre mis familiares, pero no la encontré. Fui a la sala, pero tampoco estaba ahí. No se encontraba en la primera planta.

Y no fue la única en darme cuenta. La tía Mirabel también lo notó.

—¿Necesitas algo, Bel? —preguntó el tío Camilo, lamiendo el chocolate que tenía en los dedos—. Acabe de acomodar los bocaditos por allá.

—No, no, todo bien —contestó mi tía, colocando el último plato—. ¿Has visto a la abuela de casualidad?

—La verdad, la verdad, no. Creo que sigue en su cuarto.

—Es cierto —añadió la tía Dolores, asomando su cabeza—. Lleva despierta desde las cinco de la mañana. No ha querido salir.

Ella se encogió de hombros e hizo un sonidito agudo con la boca que me hizo reír.

El tío Camilo soltó una risa y volteó los ojos.

—Por mi madre. Miren quién regresó al chisme, ah.

✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora