Alguna vez, Roberto me contó una de las muchas historias de terror que leía en las noches.
Era el clásico relato de romance trágico con un toque perturbador, digno de una fogata.
Trataba de un joven estudiante y una muchacha que trabajaba en el campo.
Él y ella siempre se veían a una hora de la tarde durante el almuerzo, pero nunca se habían dirigido la palabra. Hasta que, un buen día, el chico tuvo la valentía de acercarse y conversar.
Un diálogo llevó a otro y a otro y a otro. Y ambos se quedaron conversando por horas hasta el anochecer.
No era un secreto que ambos se gustaban. Y decidieron volver a verse al día siguiente. Y así se reunieron muchos días más.
Ella dejaba de hacer sus obligaciones en el campo para charlar con él, y su padre no se lo tomaba bien, quería los cestos llenos de manzanas. Por lo que, cada vez que la chica volvía a la casa con los cestos vacíos, él la agarraba a garrotazos.
Por más que la dañara, ella no se quejaba, pues creía que eso era el amor. Y pensaba que el negocio familiar era más importante que ella.
Algo más pasaba en el medio, la verdad es que ya no me acuerdo. Bla, bla, bla, romance por aquí, romance por allá, peleas por aquí y gritadera por allá.
El punto es que llegó el día en el que la chica decidió revelarse ante su padre porque... Sinceramente no estoy segura, creo que exilió al enamorado de la chica o lo llevó a la cárcel, algo así.
Ambos discutieron. En su pelea, ella le sacó en cara todo el daño que le había hecho por pensar en el negocio familiar, y le hizo notar que todo el caos a su alrededor era por su culpa. Él se enfureció tanto, que la empujó y ella se estrelló con la pared, rompiéndose el cuello y muriendo.
El señor se arrepintió al instante, pero ya no podía reparar el daño. Y lo único que quiso el resto de sus días fue encontrarse de nuevo con ella para pedirle perdón.
Y ya en su vejez, el espectro de su hija se le apareció, dispuesta a perdonarlo. Pero él, al verla, lo único que hizo fue gritar espantado y retroceder. Su culpa y arrepentimiento se fueron, solo estaba asustado.
Su verdadero temor no era verla, sino recordar lo que hizo. Pues en el fondo, sabía que ella siempre tuvo razón y que él era el verdadero culpable.
Y le aterraba admitirlo. Le aterraba asumir las consecuencias.
Le aterrorizaba reconocer que era una mala persona.
Y huyó de ella.
Desde entonces, la chica del cuello roto lo ha perseguido, en busca de su perdón.
Bonito final, ¿eh?
Sí... No dormí dos semanas a causa de eso.
Pensaba que la chica del cuello roto iba a aparecer en mi cuarto. Fue horrible y Fabricio se burló de mí durante todo el mes.
Pero ese no es el tema.
El punto era que, cuando vi el reencuentro de mamá Alma con la tía Mirabel, esa historia fue la única que pasó por mi mente.
Había cierto grado de similitud en el fondo y la reacción de mi bisabuela fue una muy cercana a la del cuento.
No fue culpa ni pena ni dolor ni rencor ni arrepentimiento.
Solo fue miedo.
Cuando vio a su nieta, lo único que noté en ella fue un miedo gigante, su cuerpo entero empezó a temblar y su rostro palideció.
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✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AU
FanfictionLaura Madrigal nunca ha tenido un don. Sus tíos y primos le han contado que existió una época en la que cada miembro de la familia recibía un don mágico al cumplir los cinco años y que la casa solía estar llena de vida. Pero un día todo cambió. Nad...