26. Prevenir Y Arriesgar

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Mi mamá parpadeó tres veces en silencio, intentando entender todo lo que acababan de contarle.

Después de abrazar a tío Bruno y saludarse entre sí, los siete nos sentamos alrededor de la Vela. Y de una manera rápida y concisa la tía Mirabel les resumió la situación entera.

La tía Luisa tomó el asunto con mayor naturalidad, pero mi mamá seguía en estado de shock.

—¿Isa...? —preguntó mi tía y le dio una ligera sacudida en el hombro—. ¿Estás bien?

—Nosotros... E-e-el pueblo se va a... —balbuceó ella—. Este lugar se viene abajo.

—No exactamente abajo, pero entiendes la idea —comentó la tía Mirabel.

—¿Y qué hacemos aquí sentados? ¡Debemos detenerlo! ¡Debemos...!

—Lo vamos a hacer.

—¿Cómo? —preguntó el tío Antonio—. ¿Hay una manera mágica de detener los temblores?

—Más o menos. Tengo... Tengo una especie de plan —dijo mi tía.

—¿Y si falla? —preguntó la tía Luisa.

—No puede fallar. O sea, sí puede, pero en ambos escenarios estaremos bien. Eso creo...

—¿Y en qué consiste? —pregunté, sacando mi libreta para apuntar.

—Sí, Mira. Cuéntanos.

—¿Qué debemos hacer?

—¿Cuál es tu plan?

Los ojos del resto se clavaron expectantes en la tía Mirabel y un extraño pánico se apoderó de ella.

La estaban viendo con esperanza.

—Yo... —susurró ella.

Su respiración aumentó y retrocedió lentamente.

Al parecer, era la primera vez en la que todos estaban tomando en cuenta su opinión.

Peor aún, la estaban dejando liderar.

—Yo...

Sus manos empezaron a temblar. Era la primera vez en su vida que ella era el centro de atención en el mejor de los sentidos.

Creían en ella y eso la aterraba.

—Yo....

Era demasiado. Y no lo soportaba.

—Denme un segundo —dijo sin más.

Dio media vuelta y se encaminó a lo que quedaba de su cuarto lo más rápido posible.

Ni bien entró, cerró la cortina. Y todos se quedaron en silencio en la sala, sin comprender qué hacer o el por qué se marchó.

El tío Bruno y yo intercambiamos miradas. Y con un sencillo movimiento de cejas nos mandamos el mensaje: debíamos ir por ella.

—Ahorita volvemos, ¿ya?

—Solo será un rato.

Ambos nos pusimos de pie sin dar mayores explicaciones y fuimos a su habitación.

—¿Bel? —preguntó el tío Bruno al abrir la cortina.

—Aquí abajo —susurró ella.

Y la encontramos sentada en la esquina más lejana, abrazándose a sí misma y con los ojos llorosos.

No lo dudamos y los dos fuimos a su lado. Ella no nos volteó a ver, estaba más concentrada en jugar con sus dedos y olvidarse por un momento del mundo.

✨No se habla de Mirabel✨ || Encanto AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora