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La paternidad es algo complicado

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La paternidad es algo complicado.

Cuándo decides ser padre eres consciente que toda tu vida empezará a girar al rededor de una persona más pequeña que tú, que toda tu existencia se verá en juego para lograr que esa criaturita se convierta en una persona hecha y derecha con el tiempo. Desde el primer momento puedes sentir el amor puro, la necesidad casi insólita de proteger a ese ser que depende de ti, de alejarlo de todo aquello que puede llegar a herirlo de alguna manera y sólo llenarlo del amor más puro.

Moblit Berner y Hange Zoe sabían exactamente que significaba ser padres, y estaban totalmente dispuestos a enfrentar cada uno de los desafíos que eso significaba, pero la vida no se las hizo tan fácil como pensaron. La mayor no podía tener hijos biológicos, pero eso no fue un impedimento para cumplir uno de sus grandes sueños, después de todo habían muchos niños por ahí a quiénes darles un hogar y el amor necesario que sólo unos padres podían darles.

Ambos sabían que iba a ser duro adoptar un niño, más aún sabiendo que traer a un bebé a sus vidas era imposible, pero nunca se imaginaron que, casi diez años después de traer a su hogar a una pequeña niña de cabellos rojizos y brillantes ojos verdes, estarían en un jodido hospital rezando para que su hija adoptiva pudiera abrir sus ojos luego de pasar por una sobredosis de medicamentos.

La mirada castaña del hombre denotaba cansancio, un cansancio que iba más allá de lo físico, ese hombre estaba totalmente exhausto, no había podido descansar con tranquilidad desde que su hija se encerró en sí misma y se negó a ir a la escuela, mucho menos había tenido algún tipo de vida social, Moblit se tomó unas "vacaciones" de su jodido trabajo únicamente para encargarse de su niña y todo ese cansancio, sumado con la preocupación palpable, lo estaba llevando al borde se la locura.

Levantó su mirada y conectó con el cuerpo que descansaba en la camilla del hospital. La piel blanca y llena de pecas era lo más destacable junto al brillante cabello rojizo que él mismo se encargó de lavar luego que el doctor le indicase que podían asear a la menor si eso deseaban. Nina todavía no despertaba y por esa razón sólo se atrevió a lavar su cabello con una dulzura infinita mientras limpiaba las partes visibles de su cuerpo con un paño húmedo, pero nada que podía incomodar a su niña.

Los labios agrietados de su pastelito distaban bastante del tono rosado que siempre mostraba y sus mejillas no tenían ningún color, el pálido e insoportable blanco era lo único que Moblit podía apreciar, y eso lo estaba enfermando.

—Debíamos saberlo.-Murmuró su esposa mordisqueando uno de sus dedos, Hange no pudo levantar la mirada y conectarla con el cuerpo inmóvil de su hija, era demasiado para ella.

—Era imposible predecir que esto ocurriría.-Respondió el más alto intentando mantener algo de la compostura que perdió cuándo encontró a su hija en la habitación.

Moblit había tenido un mal presentimiento cuándo escuchó la pequeña-gran-discusión que su pastelito había tenido con ese chico castaño que apenas y conocía su nombre. Había esperado poco más de veinte minutos para intentar hablar con su hija, después de todo Nina siempre quería estar sola cuándo algo de su vulnerabilidad salía a flote, pero cuánto más lo pensaba más se arrepentía, ¿cómo se le ocurrió que debía dejar sola a su hija cuándo dijo todas esas cosas?.

Queen of disaster; Jean KirsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora