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Isabel Magnolia intentó ser la mejor madre que pudo

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Isabel Magnolia intentó ser la mejor madre que pudo.

Había crecido en una familia de clase media, una madre dulce, un padre algo estricto y un hermano mayor un poco sobreprotector, pero pese a todo había mucho amor. Isabel había sido la hija perfecta, era amable, educada, dulce y sabía como desenvolverse con las personas, quizá su única limitación era su inteligencia algo escasa, pero se las arreglaba, con ayuda de su hermano Farlan, para que la escuela no fuese un problema demasiado grande.

Claro, todo hasta que cumplió los quince años y llegó el mismísimo diablo para poner el hogar de los Magnolia totalmente de cabeza. El verdadero mal encarnado tenía brillante cabello rubio, unos ojos verdes que eran tan peculiares que podían pasar como azulados, y lo conoció cuándo asistió a una clase de apoyo para matemáticas.

Ese hombre era alto, con una voz suave y una inteligencia que dejó a la joven e inexperta Isabel con las piernas temblando por más tiempo del que la pelirroja deseó. Era un vil rubio de veintiséis años que no tardó demasiado en meterse bajo las faldas de la niña, él sabía que era apuesto y una estúpida adolescente como Isabel no sería difícil de manipular. Fue así como la pequeña pelirroja se metió en una relación tan incorrecta como podía serlo, pero ella disfrutó ser rebelde por un tiempo, quitarse del lugar de hija perfecta y hacer lo que su corazón le indicase.

Era una pena que su corazón fuese tan estúpido.

Fue su hermano, Farlan, quién los encontró poco tiempo después de comenzar su relación ilícita. Nunca había visto a su hermano mayor tan enfadado, él siempre era el sensato, el que primero preguntaba y después accionaba, pero cuándo vió a un hombre adulto besando a su hermanita explotó de la manera tan primitiva que pudo. Isabel fue idiota, una idiota cegada por el amor y las palabras bonitas de un horrible hombre, temió de su hermano, y defendió con uñas y dientes al rubio mayor, como si no fuera un jodido enfermo que se estaba metiendo con una niña.

Le prohibieron ver a su novio luego de ello, pero la irresponsable Isabel ya estaba esperando a su pequeña cerecita, Nina estaba creciendo dentro de ella y el horrible hombre tomó aquello para seguir teniendo a la muchacha entre sus dedos.

El mismo día que Isabel supo sobre su embarazo se fue de su casa dejando atrás a sus padres, a su hermano, sus amigos, sus estudios, su deseo de ser diseñadora, todo dejó atrás por un hombre que sólo le respondió con golpes, abusos, quemaduras, insultos, degradaciones y todo tipo de violencia que la pelirroja nunca quiso exteriorizar con libertad. Pero cuándo vió el rostro algo morado y un poco arrugado de su primogénita supo que podría aguantar lo que sea por esa cosita.

Intentó ser una buena madre. Le robaba pequeñas cantidades de dinero a su marido para llevar a su hija a las citas con el médico, la alimentaba lo mejor que podía con lo poco que tenía, le cantaba dulce canciones de cuna que recordaba de su madre, aguantaba cada uno de los golpes en su espalda para no dejar que su esposo pusiera un dedo encima de su hija cuándo estaba demasiado ebrio para pensar, ella intentaba, tenía solo dieseis años, seguía siendo una niña, pero tenía a una bebé a su cuidado y eso era algo aterrador. Aún así siempre buscaría la felicidad para su niña por sobre todo.

Queen of disaster; Jean KirsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora