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Jean no conocía lo que era el terror real

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Jean no conocía lo que era el terror real.

Él nació en una familia acomodada, su padre siendo comisario algo adicto al trabajo y su madre una empresaria bastante avariciosa, eso hizo que Jean Kirstein nunca conociera la desesperación o el absoluto terror puesto que creció en un hogar sumamente seguro, quizá falto de amor y algo frío, pero era un sitio, físico y mental, dónde no tenía que temerle a cosas realmente aterradoras.

O eso era así hasta que se permitió querer a Nina Berner.

Nina Berner conoció lo que era el calvario del miedo absoluto desde los pañales, vivir con un hombre que al mínimo llanto reaccionaba con golpes, las quemaduras que cubrían su cuerpo entero, las marcas en sus caderas,  el hambre siendo su mejor compañero, ese que la hacía sentir viva entre tanta incertidumbre. Esa pobre pelirroja sabía muy bien lo que era el terror puesto que lo había vivido por tanto tiempo que siquiera recordaba lo que era sentirse segura.

Y fue así como el miedo que perseguía a Nina desde pequeña alcanzó a Jean. Porque eso era lo único que podía expresar al estar sentado en uno de los largos pasillos del hospital esperando una respuesta que no estaba seguro si quería oír.

El castaño había llorado toda la maldita noche, no había logrado detener su llanto sin importar las veces en las cuáles Evie le mencionó que debía tranquilizarse por el bien de Nina. Jean estaba tan jodidamente asustado que no podía pensar de manera racional, él sólo quería entrar a la habitación dónde estaba la pelirroja y rogarle que despierte para pedirle perdón las veces que sean necesarias.

Evie se había ido poco después de las seis de la mañana, era claro que la pequeña azabache quería estar allí, pero Reiner, Levi y Erwin debieron insistirle que no podía hacer nada ahí si no descansaba un poco. El Smith le ofreció a Jean llevarlo a su casa, pero el castaño se negó, no quería moverse de ese lugar hasta que Nina abriera esos enormes ojos verdosos que él sólo podía asociar con los cuentos de hadas más fantasiosos.

Se liberó de sus propios pensamientos al ver un pequeño vaso de café justo delante de sus narices y no pudo evitar subir la mirada para apreciar quién se lo estaba extendiendo. Una dulce sonrisa y una mirada cansada era lo único que podía describir a Moblit Berner en ese momento, pero Jean no podía culparlo, sabía lo preocupado que estaba ese hombre, después de todo era su niña quién estaba en una maldita camilla esperando despertar.

—¿Jean, verdad?.-Preguntó el castaño mayor con ese tono suave que Jean sólo había escuchado una o dos veces anteriormente.

El Kirstein aceptó el vaso de café con un suave agradecimiento que se escapó de sus labios. Por alguna razón el castaño menor quería agradarle a ese hombre, él nunca había sido un adolescente del todo respetuoso con los mayores, siempre les ponía apodos estúpidos y buscaba rebajarlos, pero el Berner sólo provocaba un enorme respeto dentro de Jean, quizá porque estaba enamorado de la hija del hombre y no quería decir algo erróneo.

Queen of disaster; Jean KirsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora