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El lunes había llegado con una rapidez casi aplastante

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El lunes había llegado con una rapidez casi aplastante.

Nina pasó todo su fin de semana practicando la rutina que debía aprenderse para la presentación de primavera, dejó sus pensamientos personales de lado y sólo se centró en su pasión más arreigada para no preocuparse por cosas banales. Su propio padre tuvo que insistirle infinitas veces para que se alimente de manera correcta y su madre la obligó a tomar un descanso después de tanto esfuerzo.

Pero ya había salido de su rol de estudiante de ballet y tomó su puesto como la presidenta del comité estudiantil, esa que poseía sonrisas dulces y siempre era servicial con la gente que pedía su ayuda. Dejó sus zapatillas de punta y sus mallas pálidas de lado y calzó uno de esos vestidos bordados con bonitas flores que su tía Margoth le había confeccionado especialmente para ella para ser esa niña buena que todos en la escuela amaban.

Claro, todos menos la persona que ella más deseaba. Durante todo el fin de semana, entre prácticas y bastante dedicación Nina Berner había llegado a la conclusión que debía convertirse en la amiga de ese chico castaño que tantas sensaciones extrañas provocaba dentro de su corazón. Por esa razón se levantó temprano ese día y convenció a sus dos mejores amigos para que fueran a recogerla antes de lo acordado para pasar por la pequeña cafetería dónde Pieck trabajaba en sus días libres.

Porco frunció el ceño cuándo vió a la menor de los tres subir al auto luego de comprar las bebidas que cada uno había pedido, percatandose rápidamente que había un cuatro vaso de malteada perfectamente empaquetado que Nina resguardaba mientras le entregaba a cada uno la bebida que deseaba. Pieck tomó su café negro con una suave sonrisa y la pelirroja le entregó su té helado de limón con esa mirada tan suave que ella portaba, pero el rubio seguía algo perdido por el vaso que Nina parecía esconder.

—¿No estabas a dieta?.-Preguntó el rubio dándole un sorbo a su te helado antes de dejarlo en el portavasos que se encontraba descansando en su auto, después de todo él debía seguir conduciendo hasta la escuela y no podría hacerlo si estaba con eso en la mano.

La Berner se sorprendió un poco al escuchar que su mejor amigo se había fijado en ese detalle y no pudo evitar que un leve tono rojizo subiese a sus mejillas haciendo que sus visibles pecas resalten aún más de lo que siempre hacían. Las manos de la muchacha pelirroja comenzaron a temblar un poco por el nerviosismo, pero aún así intentó poner una de sus sonrisas más tranquilas para no demostrarle a sus amigos que realmente estaba nerviosa.

—Es para un amigo.-Respondió con simpleza, pero Pieck frunció el ceño cuándo escuchó esas palabras y Porco simplemente bufó a sabiendas de quién se trataba.

Nina no hablaba demasiado con ellos cuándo era fin de semana, pero el sábado se había tomado un momento para hacer una pequeña videollamada con sus dos mejores amigos y les contó, muy por encima, que había tenido una experiencia algo peculiar con ese chico de cabellos castaños y aretes en el rostro, ese mismo que a Porco no le daba buena espina y le irritaba de sobremanera.

Queen of disaster; Jean KirsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora