25.

1.2K 164 123
                                    

Hacer frente a las situaciones de la vida siempre era complicado, es difícil dejar el ego de lado y aceptar que te equivocaste, pero eso se vuelve casi imposible cuándo eres un chico como Jean Kirstein

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hacer frente a las situaciones de la vida siempre era complicado, es difícil dejar el ego de lado y aceptar que te equivocaste, pero eso se vuelve casi imposible cuándo eres un chico como Jean Kirstein.

Jean Kirstein nació en una familia acomodada. Su padre era el comisario en jefe de la ciudad, mientras que su madre poseía una pequeña empresa de cosméticos, por esa razón creció en un hogar lleno de grandes lujos que sus compañeros no poseían, también le enseñaron de pequeño a que él era un niño especial y altamente superior a los demás, quizá ese fue el primer problema de los Kirstein.

El castaño había crecido como un maldito niño narcisista y con nula capacidad de dar el brazo a torcer. O eso fue hasta que conoció a su mejor amiga, la dulce Evie Smith, esa niña que le forzó a salir de su caparazón lleno de superioridad. Aún así él seguía siendo un altanero que priorizaba su propio orgullo ante los sentimientos de los demás, sólo que la azabache era la única excepción a la regla, con ella podía mostrar algo de debilidad aunque no le agradara del todo.

Por esa razón tardó tantos días en tener el valor suficiente para encaminarse al hogar Berner-Zoe.

Una semana entera transcurrió desde que la ausencia de Nina Berner se hizo algo preocupante para todos los alumnos de último año, pero en especial para aquellos que apreciaban a la dulce chica que asistía a clases bajo cualquier circunstancia. Los amigos de la pelirroja y su querida prima no decían absolutamente nada sobre su paradero, y nadie tenía las agallas suficientes para preguntarle a la amigable profesora Hange, no cuándo su humor se había transformado completamente.

Jean también estaba preocupado y se sentía asquerosamente culpable, pero no fue hasta el séptimo día que decidió encaminarse al hogar de esa sonriente pelirroja que había convertido sus días en un poco más interesantes. Sus manos temblaban y se sentía algo mareado, pero sabía que debía enfrentar la situación como un adulto, no podía esconderse detrás de su estúpido ego, no servía para nada en una situación así.

Tomó una fuerte respiración cuándo vió esa puerta cobriza delante de sus narices y dudó un poco, pero terminó dando pequeños golpes en la fría superficie de madera sintiendo como la pena recorría su cuerpo entero en cuestión de segundos y el miedo de no ser perdonado por la pelirroja se hizo aún más palpable cuándo escuchó la armoniosa voz ajena informando que ella iba a abrir, quizá su padre estaba en casa, o eso pensó en ese momento.

Sus manos sudaron en el mismo instante en el que escuchó los pasos muy cerca de la puerta y rezó para que sus latidos descontrolados no le jugarán una mala pasada cuándo la puerta comenzó a abrirse poco a poco. Pero cuándo el rostro pálido de esa muchacha pecosa apareció frente sus ojos sintió como su pecho se encogia de una manera asfixiante.

Los enormes ojos verdes, los cuáles siempre demostraban las emociones de la pelirroja, estaban sumamente tristes y decorados por unas marcadas ojeras que nunca había visto en Nina, pero eso no era lo único. Sus blanquecinos brazos estaban llenos de vendas, su cabello se veía algo sucio y despeinado, su ropa tampoco estaba en las mejores condiciones, y por alguna razón todo eso provocó que Jean se sintiera aún peor que antes.

Queen of disaster; Jean KirsteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora