Hay en ocasiones dónde tus propios pensamientos resuenan tan fuerte en tu cabeza que comienzas a actuar en piloto automático, no sabés como llegaste a ciertos lugares o hasta te arrepientes por no hacer algo al respecto con tus inquietudes. Eso era exactamente lo que le había ocurrido a Jean Kirstein al alejarse del hogar Zoe-Berner.
No podía pensar en otra cosa que no sean los enormes ojos verdosos llenos de lágrimas mientras el alma de esa frágil muchacha se rompía en mil pedazos justo frente a sus narices. Las palabras que ella había soltado con tanta rabia y desesperación seguían rondando por su cabeza, sin lograr entender con exactitud la profundidad de cada una de ellas. Nina fue explícita con lo que dijo, pero él vivía en una realidad totalmente ajena a ese tipo de cosas y se le hacía inimaginable lo que realmente significaba.
Desearía decir que ahora entendía ciertos comportamientos de la pelirroja, pero eso sería mentir por completo. Nina sabía como camuflar todos sus problemas detrás de una máscara de perfección, siempre fue la que mejores notas conseguía, la que le agradaba a todo el mundo, la amable, la más atlética y la alegre del salón, eso era algo que Jean detestaba de la más baja, pero en esos momentos lo único que podía hacer era pensar en lo duro que debió ser para ella ocultar todos sus demonios detrás de bonitas sonrisas.
Ella intentaba alejar a los demás de sus traumaticos recuerdos y de todo lo que ellos le dejaron en el cuerpo y alma. Nina empujaba todo el mal que le ocurrió en su vida y simplemente intentaba dar lo mejor de sí para que todas las personas a su alrededor fuesen felices. Y Jean había arruinado su amistad con ese tipo de muchacha sólo por ser un idiota que sólo se centra en sus estúpidos problemas. Era un imbécil y él lo sabía, no hacía falta que nadie más se lo dijera.
Con esas preocupaciones en su cabeza fue que entró a su pomposo hogar.
Las luces estaban encendidas, algo extraño ya que él las apagó antes de irse, pero le restó importancia dejando sus llaves justo en el estante que estaba junto a la puerta principal. Se quitó la chaqueta de cuero sintético que Evie le había regalado en uno de sus cumpleaños y lanzó un pequeño suspiro cansado mientras cerraba la puerta que había quedado abierta detrás de él, estaba un poco distraído y no se había percatado de ese detalle hasta ese momento.
Se adentró a la sala y su sorpresa fue tal al percatarse que en el sofá, bebiendo una copa de caro vino, se encontraba su madre mirando la televisión con una expresión de concentración absoluta. Claro, eso fue hasta que el castaño hizo acto de presencia y la mujer levantó la mirada para fruncir el ceño poco después, quizá se debía a que era algo tarde, no podía culparla, él se había quedado mucho tiempo caminando en círculos para no llegar a su solitario hogar.
—¿Por qué no estabas en casa, hijo?.-Preguntó Heike Kirstein dejando su copa de vino sobre la pequeña mesa de vidrio que adornaba la ostentosa sala que ella misma había decorado.
Jean estuvo apunto de actuar a la defensiva y ser un completo irrespetuoso con su madre, pero la escena que había ocurrido con Nina lo hizo ser un poco más consciente de su situación. Quizá su mamá no era la más involucrada o la más maternal, pero no era del todo mala y debía valorarla un poco más. Lanzó un pequeño suspiro al pensar aquello y una suave sonrisa danzó por sus labios dedicándole a su madre una mirada dulce por primera vez desde que era un pequeño niño.
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Queen of disaster; Jean Kirstein
Fanfiction"Me tienes dando vueltas como una bailarina. Eres el chico malo con el que siempre soñé. Tú eres el rey y, cariño, yo soy la reina del desastre." Jean Kirstein no era el típico chico malo que todo el mundo creía y nadie mejor que la reina del desast...