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- Tranquilo, todo saldrá bien. - Katsuki abrasaba al mas bajo que se observaba detenidamente en el espejo de su habitación, este parecía estar muy calmado a diferencia del omega.

- No se como haces para mantener la calma. - le preguntó mientras terminaba de ponerse la chaqueta de su traje. Quería que la cena fuera lo mas elegante posible, ya que sería en un restaurante de lo mas lujoso, obviamente a pedido de Mitsuki.

Katsuki tomo la mano de su omega y la beso. - Es porque debo estar fuerte para enfrentar a un alfa terco si quiero casarme contigo. - es una decisión que había tomado muy seriamente, el quería estar eternamente con su Izuku, quería seguir viendo esos hermosos ojos esmeraldas todas las mañanas de su vida, y ser llenado de su aroma cada momento del día para luego acurrucarse todas las noches. Quería resguardar sus sueños y proteger su felicidad. - Realmente te amo mucho ¿Lo sabías? -

Izuku se sonrojo y beso los labios del alfa. - Me lo recuerdas a cada momento, Kacchan. - cruzó sus brazos por el cuello del alfa y profundizo mas el beso entre ambos, Katsuki apretó mas ambos cuerpos guiando de manera instintiva al mas bajo hacia el mueble de la habitación. Paso sus manos por sus muslos y lo levantó y subió al mueble para luego dar inició a un beso mucho mas fogoso y tosco, recorriendo ese muy adictivo trasero de manera muy descarada.

- Kacchan detente. - Katsuki besaba su cuello dando debes en cuando leves mordidas que sacaban los gemidos del omega. - Alfa, no me arregle para que tu me desalinees a tu antojó. -

El rubio gruño y se separo del cuello del peliverde, unió ambas frentes y dio una gran exhalación. - Bien, pero luego te las verás conmigo. - azotó el pequeño trasero de Izuku. El omega río de ello y salto del mueble para bajar e irse finalmente de ahí.

Los padres de Izuku los esperarían en el restaurante, Deku estaría en el lugar mientras que Katsuki esperaría la llegada de sus padres para poder ingresar con ellos. De esta manera Bakugou se prepararía mentalmente para lo que fuera a suceder y Izuku hablaría finalmente con su papá.

- Después de tanta insistencia ¿Te quedaras callado? - el hombre pelinegro frente a él mantenía su cabeza baja, no se atrevía a levantar su mirada y encontrarse con esos tristes y enojados ojos de su hijo. Había cometido un error y lo entendía, pero nadie comprendía que era su único niño, su único cachorro y no quería perderlo. No quería saber que él ya era un adulto y ya no los necesitaría, para él aún era ese pequeño bebe de cabello revuelto y lindas mejillas que lloraba por los ruidos molestos. - Papá, debemos arreglar esto. -

- Yo...- que podía decir. A él no le debía una disculpa, a él le debería de decir una simple oración. - Yo...aceptó...a tu alfa. - dijo de manera baja. Izuku sonrió por ello, su padre había aceptado el error y también el echó de que no es a él a quien le debe disculpas.

- Te lo agradezco mucho. - tomo sobre la mesa las grandes manos de su padre y de su madre. - Pero quiero que sepan que ustedes siempre serán mis padres, nada nos separará y hará olvidar nuestra familia. Por que eso es lo que son, mi familia. -

- Pero ya llego la hora de que formes la tuya. - dijo el señor Midoriya acariciando la tiernas manos de su hijo. - Y se que lo haras bien. -

- Claro, después de todo tengo a los mejores padres del mundo. - le sonrió a ambos, llegando finalmente al arregló que necesitaban.

Izuku fue el único hijo de este tierno matrimonio, luego del nacimiento del omega se concentraron en mantener y cuidar al pequeño hasta que fue un adulto. El señor Midoriya era un hombre de 55 años, era un abogado muy conocido en su rumbo. Defensor de la justicia y de la verdad, por tales razones era un completo reto contratarlo como defensor. Él siempre quería sinceridad de su clientes, y si estos colaboraban el salia siempre victorioso en sus casos.

Su madre, era una linda pastelera de 50 años. Ella tenía un lindo local en el centro comercial donde trabajaba, su fama de sus deliciosos pasteles eran muy reconocido, y aunque tenga a sus rivales justo enfrente siempre saca victoria en cuanto a los números.

Su familia no era de las del todo acomodadas, pero tenían como vivir y dar un gustos cuando querían. Izuku no les causo problema, el niño siempre muy respetuoso y adorable, llenaba cada rincón se de su hogar con felicidad.

Hisashi notó como los ojos de su hijo tenia ese particular brillo, ese brillo que veía en su esposa cada vez que llegaba a casa, llendolo de energía sin importar que día tan agotador y estresante que haya tenido. Ese brillo, aunque tal vez si sea por su reconciliación, era en su totalidad por un alfa en particular. Y lo mejor que podía hacer es desearles un futuro prosperó y lleno de felicidad.

- Y donde está el insípido alfa? - Dijo Midoriya mirando a su hijo.

- ¿Insipido alfa? - el tono de la voz femenina lo congeló.

Un escalofrío le recorrió la columna, comenzó sudar frío, y el agarré de mano con su hijo se apretó más. De manera muy lenta giro su rostro hacia atrás de él, encontrándose con unos ojos carmesí encendidos en llamas, sintiendo el asfixiante aroma de un alfa puro en ira. Sus piernas temblaron a cada paso que dio esa mujer, resonaba cada pisada de esos zapatos como si fuera el andar de la muerte misma antes de partir, su boca se seco cuándo otra ola de su aroma lo volvió a amenazar. - ¿Quién es el insípido alfa? -

/Encantador de Omega/2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora