30

2.3K 244 21
                                    

Una semana antes.

Nuevamente el olor a la humedad y la oscuridad de las nubes lo hizo levantarse de su descanso. Olfateo el aire en busca de rastros de algún intruso, sintió con su pelaje el cambio de temperatura que se estaba avecinando y cuando finalmente estaba su seguidora junto a él emprendieron su camino.

Los humanos comunes ya se habían marchado, de seguro mañana llegarían a su cueva. Debía iniciar su nuevo rumbo hacia el noroeste, en busca de alguna nueva cueva que los resguarde de la lluvia que llegaba.

Ya han pasado más de 50 lunas desde el nacimiento de su cachorro. Ya paso mucho tiempo desde la última vez que hablo con su lado humano, lo siente aun en él, pero este parece estar dormido. Razón por la que Omega a estado cuidando y protegiendo el cuerpo.

Pero sin él, no puedo volver con su alfa. Además de que el mundo actual era peligroso, no sabía que carajos harían con omega si lo encuentran.
Según lo que Nejire le había dicho, ella era la única que cambiaba forma lo que significa que era única en el mundo.

Y él inconscientemente nunca cambió de forma porque Izuku siempre le dijo que no lo necesitaba porque no estaban en peligro y no era necesario.

Todo estaba al alcance de sus manos.

Y había pasado tanto tiempo que no recordaba cuando había sido la última vez que había pisado césped con sus garras.

-Omega, debemos seguir nos alcanzará la lluvia. -dijo la loba de ojos azules. - Y aunque tu estado es saludable gracias al cambio, no podemos confiar que no enfermes con algún virus de hoy. -

-De acuerdo, vamos. -

Omega ha sido un espíritu guerrero que reencarno generación tras generación. Su alma pura y sincera fue conllevando diferentes vidas durante el transcursos de los siglos, él y su fortaleza jamás se rindieron en buscar siempre donde este su alfa.

Era una promesa que ambos se habían procurado frente a la madre luna, y ella siendo testigo de su más sincero y hermoso amor les permitió encontrarse y recordar las huellas de su pasado. Pero las huellas no podían ser vistas por su lado humano, porque en estas siempre había una grieta que debía ser cumplida sin imputar que tan puro y unidos sean.

La muerte.

El engaño.

La soledad.

Cualquiera de ellas siempre se cumplían en sus vidas, porque era una maldición que siempre los perseguía. Porque el destino celoso de su brillo siempre buscaba la manera de separarlos o de lastimarlos, porque esa era su manera de ponerlo a prueba a ambos.

Omega aún puede sentir el rastro de tristeza que sufrió su lado humano cuando en una vida este fue engañado y abandonado por su pareja. Aunque alfa siempre le rogaba su perdón por tan idiota humano.

También recuerda el frío cuerpo que reposo en sus brazos un invierno en el que su alfa había muerto producto de la guerra. Dejándolo nuevamente solo y desgarrado.

Cachorros siempre estuvieron presentes, pero estos nunca llegaban a tener descendencia que deje rastros de su familia. Era solitario y abecés morían jóvenes al no tener a ambos padres. Algo realmente desgarrador.

—Omega, me adentrare al bosque en busca de algún animal para cazar antes de que llueva. —dijo Nejire. —Por favor no salgas de la cueva solo, aunque eres fuerte no eres capaz de usar toda tu fuerza. —

—No te preocupes, luche contra grandes alfas para ganar algo de comida en la antigüedad. Cualquier cosa que se me enfrente será pan comido. — dijo el omega con confianza mientras se acomodaba en la cueva. —Pero te esperare, porque de que sirve der increíble si nadie lo ve. —dijo de forma soberbia haciendo reír a la omega de ojos azules.

/Encantador de Omega/2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora