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ACTUALIDAD

-¡Basta ya Kali!-grita mi madre sobresaltandome.

Habia entrado a la habitacion de improviso mientras escribia.

-¿De que hablas?-pregunto atonita.

No he hecho nada.

-No has salido en una semana de la casa, lloras por las noches, ya no sales con esos amigos con quienes tan encariñada estabas...ni siquiera has visto Netflix.

Suelto aire poco a poco y me pongo de pie.

-¿Y qué? es solo que no he tenido ganas...

Los cabellos castaños de mi madre se movieron negativamente a la par de su cabeza.

Sus ojos verdes, que no me había heredado desgraciadamente, me miran acusadores.

-No me mientas Kali, sé que es por Alberto.

Un espasmo de dolor me recorre el cuerpo.

Su nombre. Su estúpido nombre.

-Si ese chico te hizo algo hija dímelo...

Evito el impulso de taparme los oídos.

-Para mamá. Saldré ahora mismo si eso es lo que quieres pero por favor...por favor no prosigas-digo demasiado alto y corro a tomar una sudadera blanca.

-Pero Kali...

-¡Estoy bien!-exclamo y salgo casi corriendo del cuarto.

Cierro la puerta de la calle con fuerza y camino con fuertes pisadas. Con una liga negra me recojo en cabello castaño y alborotado en un una cebollita.

Es verdad. Llevo una semana confinada en mi casa. Más bien dicho, en mi cuarto y de vez en cuando en la cocina. Nada de Facebook, Twitter, ni siquiera de youtube. Netflix me trae recuerdos dolorosos, pero sin duda lo peor de todo son los libros. No he podido ni tocarlos. Me recuerdan tanto a el...

Freno en seco cuando me doy cuenta de a donde me dirijo. A la glorieta, cerca de la casa del...chico ese.

Doy media vuelta de manera brusca y me dirijo a la otra glorieta, la pequeña, que está cerca de esta pero no lo suficiente. Es algo así como la versión pequeña de esta misma glorieta ya que está en la misma colonia (La Moderna) y tal y como ésta, siempre está sola.

Cuando llego, me siento en una de las cuatro bancas verdes predispuestas a raros intervalos entre ellas, y suspiro.

Al menos en esta glorieta no hay recuerdos...Debería dejar de decir ¨esta¨.

El cielo está teñido de gris. Son apenas las seis de la tarde. 

Recojo mis piernas de manera que rocen mi barbilla y cierro los ojos bien fuerte. Tan fuerte que los parpados se me entumen.

No me gusta aceptar que Alberto me ha hecho daño. Aun cuando el no fue consciente de ello. La única culpa con la que el carga es la de no poder mandar a su corazón.

Pero menos me gusta aceptar que lo extraño. Que mi cuerpo pide su presencia casi a gritos. Que no he olvidado el roce de sus labios, el tacto de sus cabellos, de sus manos...

-¿Kali?-pregunta una voz dolorosamente conocida.

¡Bravo! Lo extraño tanto que ya hasta puedo revivir su voz como si estuviese frente a mí.

-¿Estas bien?-pregunta la voz de nuevo y maldigo a mi subconsciente por salirse tanto de control.

Entonces una mano se enreda en mis cabellos y me alzo tan bruscamente que mi cabeza choca con otra.

-¡DIOS!-exclamó cuando veo el rostro que tengo en frente-.¿Qué haces aquí?

Después de todo no era mi subconsciente. Pero qué mala suerte.

Me pongo de pie rápidamente y estoy a punto de agarrar vuelo para echar a correr cuando Alberto me retiene con su mano.

-Te vi antes de que llegaras a la glorieta-dice y luego su voz se convierte en un susurro-. Me siento allí a esperarte todos los días.

Lo miro pero no le contesto. Calculo cuanta fuerza necesitare para soltarme de su agarre.

-Ni lo pienses Kali-amenaza sobándose la cabeza.

A mi también me duele, después de semejante golpazo, pero no es relevante en este momento.

Siento mi estomago caer en picada. Lo miro. Y él me mira. 

No puedo.

Trato de zafarme pero él me sujeta tan fuerte...Trato de hablar pero las palabras no salen. 

-Kali ¿que pasa? Después de esa noche...solo desapareciste. ¿Tienes idea de cuan preocupado he estado?...-dice y parece verdaderamente preocupado. 

Tiene enormes ojeras y su cabello está más largo que de costumbre. Cierro los ojos un momento cuando el recuerdo de sus mechones entre mis dedos me sobreviene.

¿Mi corazón se rompía en mil pedacitos y el estaba preocupado? Eso sí que era el eufemismo del año.

-Suéltame por favor-ruego haciendo caso omiso de sus palabras.

Alberto se encoge dolido y me atrae hacia sí, aun cuando uso toda mi fuerza para evitarlo.

Me atrae tan cerca de el que puedo oler no solo su colonia, si no su esencia.

Su cercanía me causa un dolor físico. 

-¿Que he hecho mal Kali? Dime qué te pasa, todos me preguntan por ti y ya no se qué hacer. Te extraño tanto...

-Basta-digo y me sorprendo de lo firme de mi voz.

Los recuerdos me carcomen por dentro. Sus labios sobre los de ella, el ramo de flores, el ¨Te quiero¨ resuenan en mis oídos todavía.

-Kali...

-¡Dije que basta¡ ¡Suéltame...me haces daño!-grito y Alberto me suelta sorprendido.

Y él me haces daño no iba dirigido exclusivamente a mi muñeca.

Di media vuelta y, antes de que las lagrimas se  derramaran en su presencia, camine en dirección a mi casa.

Alberto corrió tras de mí. Pase de caminar a correr. Y yo era más rápida.

-¡DEMONIOS KALI!-grita Alberto a mis espaldas-. ¡¿QUE NO ENTIENDES QUE TE QUIERO?!

Sus palabras son como puñales.

El no me quiere. Me lo ha demostrado lo suficiente.

Para cuando voy a medio camino de mi casa la lluvia se hace presente y para cuando llego a ella estoy empapada de pies a cabeza.

-Excelente día para salir-murmuro secándome las lagrimas y gotas de lluvia de la cara.

Decido que es mejor darme una ducha si no quiero pescar un resfriado y espero a que el agua se caliente hasta que arda.

Pongo Creep de Radiohead en mi celular y me meto a la regadera.

El agua me quema al punto del dolor pero eso me relaja.

Y por primera vez desde aquella noche, dejo que los recuerdos más dolorosos salgan

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora