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Tomo mi cuaderno favorito, que tiene más hojas en blanco que letras, la pluma negra con más tinta y me tiro en mi cama a escribir la historia de mi vida.

Abro el cuaderno en una hoja en blanco... ¿Por donde debía de empezar ahora?

-¡Ah, sí!-exclamo y, con nostalgia, escribo como título:

¨Antes de la primera vez¨

Y me vuelco sin más en el pasado.

ANTES

Como todos los días a las ocho de la mañana, me encontraba en mi lugar favorito de todo Guadalajara. La glorieta de la fuente...bueno, en realidad ese no era su verdadero nombre, pero ese era el que yo le había dado.

La glorieta de la fuente era exactamente eso, una glorieta con una fuente en medio, rodeada de palmeras secas pero no por ese hecho feas, que contaba con unas pocas bancas verdes. A primera vista, el lugar parecía más bien deprimente. Las palmeras secas, la fuente siempre apagada, la pintura de las bancas desgastadas... Sin embargo, mirando bien, ese lugar era perfecto para cualquier cosa que quisieras hacer a solas.

Leer un libro, por ejemplo.

Y eso era exactamente lo que hacía allí todos los días de ocho a once de la mañana. El lugar tenia la mezcla perfecta de frio, silencio y magia que necesitaba para meterme de llano en cualquier libro que estuviera leyendo.

Ese día, lunes 12 de Enero, el libro que leía era Lucian de Isabel Abedi y los guantes no hacían mucho para cubrirme del frio.

Nuevo año, mismo clima.

Me reacomode un poco en la banca y seguí leyendo tranquilamente durante una media hora hasta que el ruido ensordecedor de un camión en reversa me distrajo.

Me gire sobre mi banca, siempre la misma todos los días, y me di cuenta de que era un camión de mudanzas. Alguien se mudaba a la casa que estaba exactamente detrás de mí. La casa más bonita de toda la cuadra. Y de las cuadras de alrededor.

Picada por la curiosidad, cerré el libro y me dispuse a pasar frente a la casa para ver si veía algo que valiera la pena.

Ya saben, chicos guapos, chicas buena onda con quien hacer amistad, alguien que necesitara ayuda para subir algo...Cualquier cosa.

Deje el libro y mi mochila en la banca sin miedo a que alguien la tomara porque sabía que no pasaba nadie a esta hora de la mañana y, como la curiosa que soy, me detuve frente a la casa a una distancia prudente.

Un matrimonio reía con el conductor. El hombre tenía el pelo negro y bien peinado, vestía una camisa cualquiera y unos jeans de mezclilla, la mujer en cambio, llevaba una blusa muy formal, pero también linda, roja con un par de piedrecillas negras en el cuello y unos pantalones color beige con la línea marcada. Ambos hacían una pareja de lo más linda y por la forma en que sus ojos brillaban cuando se miraban supuse que ellos también lo creían.

Personas con la misma camisa de trabajo azul marino, bajaban cosas y las llevaban de allá para acá, pero aparte de ellos, el conductor y el matrimonio no había nadie más a la vista.

-Mierda-exclame cuando unas hormigas comenzaron a trepar por mis vans morados, pasando por mis jeans, y empezaban a llegar a mi camisa.

Comencé a sacudirme como loca y a pegarme por todas partes hasta que todas las hormigas desaparecieron.

-¿Estás bien?-pregunto una voz que no era ni ronca ni aguda.

Yo seguía con la mirada puesta en mis vans, pero luego las fije en los vans del chico que tenia a un par de pasos.

Por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora