VI: GRAVEDAD

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Karamat le dio todos los detalles a Avril

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Karamat le dio todos los detalles a Avril. Esta, titubeante, tomó asiento frente al pedestal de la tabla y, cruzando los pies y cerrando sus ojos, entró en estado de meditación:

—"Extension" —susurró, y la tabla brilló por apenas segundos.

—¿Qué acaba de hacer? —le preguntó Noah a Karamat en un tono de voz casi inaudible.

—Con esto, Avril puede extender su rango de detección de temperatura, pero es tan poderosa la técnica que es necesario tomar prestado algo de magia de la tabla.

—¿Qué rango puede abarcar ahora? —quiso saber Melville.

—La isla completa —respondió Karamat, firme.

—Están aquí... —dijo la chica aún en su posición.

—Es imposible. Acabo de revisar la bahía —agregó frenético su hermano.

—Al parecer no es tan imposible... pero no se preocupen: ninguno de ellos puede usar mag-

Su voz se cortó de repente y se puso de pie en un gesto de miedo. Sus manos no paraban de temblar. El sucesivo tiritar de sus labios se había vuelto protagonista del momento y sus ojos, mirando a la tabla, mostraban una expresión que Avril no parecía conocer hasta aquel entonces: la chica estaba aterrada.

—¿Qué pasa? —preguntó Noah sujetando en sus manos el bello rostro de Avril. Ella le devolvió la mirada, intentando refugiarse en algo.

—Hay dos de ellos —habló, con voz tambaleante—. Esto no puede estar pasando... Vamos a morir...

—¡¿Qué pasa?! —preguntó esta vez Karamat.

—La temperatura de dos de sus hombres es ridículamente elevada —añadió la nativa—. Deben ser Herederos Mágicos de Gravedad.

—No puede ser... —añadió Melville, intentando mantener la calma— ¿Dónde están exactamente ahora?

Avril tragó saliva y, después de una pausa, agregó:

—Están en la aldea.

Melville dejó la habitación en un abrir y cerrar de ojos, golpeando la puerta de forma brusca y corriendo escaleras arriba por el estrecho y oscuro pasillo. Noah se quedó boquiabierto, estático en su lugar, y Karamat agarró la tabla y la guardó en la mochila que se había acabado de colgar en el hombro.

—Tenemos que proteger el tesoro —decía Karamat recogiendo algunas cosas por su casa rápidamente.

—Papá fue a la aldea solo. Esos dos lo van a matar —murmuraba Noah.

El chico dio media vuelta rumbo a la puerta pero Karamat lo sujetó de un brazo:

—Noah, escúchame: Tu padre decidió ir por voluntad propia, aún sabiendo de la presencia de esos dos. Tú no puedes ser tan idiota. Tenemos que idear algún plan. Te prometo que no lo vamos a dejar solo, pero ahora mismo tienes que hacerme caso.

Sunshine [Herederos Mágicos #1] © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora