XXII: VIEJO AMIGO

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Año 3517 del Calendario del Sol

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Año 3517 del Calendario del Sol.

Noah terminó de ajustar las mangas de su esmoquin frente al espejo y bajó las escaleras. Su padre hablaba con un hombre en la puerta, su madre terminaba de maquillarse y su hermana aún estaba en su habitación.

—Me voy a adelantar —comentó el chico y su padre le hizo un gesto con la mano a modo de despedida.

A través de las calles pavimentadas de Sannhet, Noah caminó hasta llegar al parque donde había pasado la mayor parte de su infancia.
Allí lo esperaba Narel, su mejor amigo.

—Te ves ridículo con esa pajarita. ¿Por qué no usas una corbata como todo el mundo?

El chico miró a Noah y le dedicó el dedo del medio.

—Las corbatas son muy aburridas. Déjame vestirme como guste.

—Bien. Es tu problema —dijo, levantando sus manos a modo de rendición.

—Todavía no puedo creer que mi hermana se esté casando —comentó Narel.

—Parece que fue ayer cuando jugábamos los tres aquí mismo, sin preocuparnos por nada, sin tener miedo a lastimarnos o a que se acabara el día...

—Noah, si empiezas a llorar no vas a volver a escuchar nada serio saliendo de mi boca.

—No voy a llorar —dijo entre una risa nerviosa—. Extraño esos días, solo eso.

—Lo sé. Siempre has sido muy sentimental con esto... Yo también extraño aquellos días. Éramos felices aunque no lo supiéramos...

—Ustedes dos son más nenazas que yo. ¡Y yo soy mujer! —comentó Allie, la hermana mayor de Narel.

—¿Cómo te sientes en el día de tu boda? —preguntó Noah.

—Estupenda. Este día va a ser inolvidable.

El claxon de un coche interrumpió el silencio y Allie comenzó a alejarse de los chicos.

—Me adelanto. Nos vemos en la boda. No lleguen tarde —se despidió antes de subir al auto y que este se fuera a toda prisa.

—No lo haremos. Además, aún queda tiempo. ¿Qué quieres hacer, mientras?

—Tengo una idea —habló Noah.

En Sannhet había un mercado intrincado en un callejón llamado La Perla. Miles de personas compraban ahí a diario. Como Noah y Narel iban allí desde pequeños, algunos vendedores les hacían algunas rebajas. Cuando Noah puso un pie en esa calle, solo podía respirar el olor a carne quemada y comida recién hecha. Se sentía como si tuviera diez años otra vez. Pasaron de puesto en puesto comprando comida hasta que terminaron por sentarse en un banco, satisfechos de tanto comer.

—No puedo más —comentó Narel, tumbado en el banco.

—No puedo seguir —dijo Noah en las mismas condiciones.

Sunshine [Herederos Mágicos #1] © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora