XXIX: MORTE DIEM

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Año 3521 del Calendario del Sol

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Año 3521 del Calendario del Sol

Cuando Peter terminó de contar su historia, Noah desvió su mirada al techo, eligiendo sus palabras. Sin embargo, la voz de la experiencia era aquella responsable de dictar sus opiniones.

—Hiciste un buen trabajo ocultándote de la humanidad —acabó por decir—. Algunas veces, noté cosas fuera de lo normal pero no le di gran importancia. Ahora comprendo que eras tú.

Peter apretó su mandíbula y dio un paso al frente. Su rostro, al fin con nada más que sinceridad, se hizo partícipe principal de este momento:

—Ayúdame a descansar, por favor —suplicó—. Ayúdame a abrir el portal. Necesito estar donde pertenezco.

—Sabes que no puedo hacer eso.

—Eres un dios. Puedes hacer cualquier cosa. Leí que solo algunas almas conocen el camino de vuelta al mundo de los vivos, así que si se abre el portal por solo un momento, no creo que nadie logre llegar al mundo aquí.

—Pero estaría arriesgándome a dejar pasar a las almas que han estado esperando una abertura por milenios.

—Tienes que ayudarme, por favor, tienes que entender. No puedo seguir aquí. Estoy cansado de este mundo. Quiero volver a ver a Irina. Por favor, Dios, abre el portal.

—Mi decisión final es no... Lo siento.

Peter suspiró derrotado, su rostro ahora formando parte del blanco y negro de una obra de teatro melancólica. Caminó desganado hacia el trono y se tumbó en él, agotado. Ocultó una de sus manos y, del revestimiento del espaldar, mostró una jeringuilla que había ocultado.
Rápidamente se la clavó en el antebrazo y dejó entrar todo el líquido que aquello contenía.

Lanzó la jeringa vacía al suelo mientras gritaba de dolor. Las venas de sus brazos, su cuello, su rostro... bueno, en realidad todas, estaban a más no poder intentando reventar. Sus gritos cubrieron el abrumador silencio que reinaba algunos segundos atrás. Noah, alarmado, subió la guardia:

—¡¿Qué has hecho?!

Los ojos de Peter se volvieron completamente blancos, de su boca comenzó a salir espuma y, con una flexibilidad envidiable, se posicionó en cuatro patas como un animal salvaje. Entre gruñidos, Peter se lanzó hacia Noah.

El dios trató de golpearlo igual que antes, pero su oponente lo esquivó con facilidad y le dio una patada en el pecho que lo arrojó al suelo. Noah se puso de pie y, cuando Peter volvió hacia él, comenzaron a intercambiar golpes uno tras otro. El hombre, que ahora se guiaba solo por instintos, comenzó a controlar todo ser vivo que había en la habitación.

Noah, recostado contra la gigantesca puerta, dio un pequeño suspiro de concentración. Tomó aire una vez más y por su boca, como si de un dragón se tratase, desprendió una inmensa cantidad de fuego que acabó por incinerar toda la habitación.

Sunshine [Herederos Mágicos #1] © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora