XXVI: LA CHICA DE HIELO

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Noah se arrastró hasta quedar fuera del campo de batalla y se quedó acostado en el suelo, tratando de recuperar fuerzas

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Noah se arrastró hasta quedar fuera del campo de batalla y se quedó acostado en el suelo, tratando de recuperar fuerzas. Avril y Karamat compartieron una mirada, sabiendo que cualquier cosa podía suceder al enfrentarse a semejante oponente, y posaron luego su vista en el hombre que se reía frente a ellos.

—¿Por qué no pueden rendirse de una vez? —dijo entre carcajadas—. No hay manera que puedan ganarme. Tengo magia de sobra aquí, ¿recuerdan?

—Somos dos contra uno. Y ten por seguro que no volverá a pasar lo mismo que en Lidelse —aseguró Karamat, decidido.

—Supongo que eres muy joven para entenderlo... —Peter apretó su mandíbula y respiró profundo.

Se lanzó en un segundo hacia el chico y le regaló un puñetazo en el rostro. Karamat no se movió ni un milímetro; quedó de pie observando cómo el hombre se retorcía de dolor, sujetando su mano.

—¿Algún problema? —preguntó el chico, y Peter lo miró perplejo.

—Me he roto los dedos... ¿Cómo es que tu rostro es tan duro ahora?

—Es una técnica que usaba en Deigh para estar fresco en verano. Puedo crear una capa de hielo tan fina como una segunda piel que me protege de cualquier daño.

Peter sujetó los dedos de su mano y los hizo crujir de tal forma que acabó devolviéndolos a sus respectivos lugares.

—Parece que voy a tener que ir en serio.

Peter cerró sus ojos y tomó una larga y profunda respiración. Después de exhalar, observó detenidamente al chico y este lo devolvió la mirada, confundido.

El hombre lo intentó de nuevo, propiciándole al chico un puñetazo en el rostro que esta vez lo hizo retroceder algunos pasos. Karamat, sujetando su rostro, sintió al tacto cómo parte de su revestimiento se había agrietado.

—Ya que estamos...

El chico soltó sus manos a ambos lados de sus caderas y movió un poco su torso en un gesto de relajación.
En ambas manos comenzaron a aparecer trozos de hielo que terminaron por convertirse en dos preciosas espadas. Las balanceó un poco alrededor de su cuerpo con tal de probar su peso y, en cierto modo, entrar en calor.

—Pensé que eras cutre —aseguró Peter—. Eres un hombre, pero tu pequeña hermana tiene supuestamente más magia que tú. Eres impulsivo y demasiado personal cuando tratas de arreglar las cosas. Eres una deshonra, pero nunca pensé que pudieras utilizar Twice Ice, la técnica favorita de Abraham. Me has impresionado... No me malinterpretes —se apresuró a decir—, sigo pensando que eres basura, pero basura con espadas de hielo muy bonitas. Mejor sería que no lucharas contra mí mientras arruinas tan preciada técnica.

El chico hizo tronar su cuello y, haciendo caso omiso a lo que acababa de decir el hombre, despegó del suelo y, como un ave rapaz, se lanzó hacia Peter. El chico claramente sabía lo que hacía: sus brazos se movían con una soltura estupenda, cruzándose a veces para intentar acertar, pero el hombre lograba esquivar cada tajada con casi ninguna dificultad.

Sunshine [Herederos Mágicos #1] © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora