VII: EL HOMBRE QUE VENCIÓ A LA MAGIA

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No quería creerlo, pero no le quedaba otra opción

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No quería creerlo, pero no le quedaba otra opción.

<<Están en la aldea>> Esas diminutas palabras se repetían incesantemente en la cabeza de Melville. Dejó la cueva fuera de su vista en pocos minutos, esperando llegar a tiempo al lugar donde su familia se encontraba. Se agachó detrás de uno de los árboles que hacían de entrada al bosque y observó a lo lejos la situación de la aldea: cinco barcos militares habían invadido la costa.
La cantidad de aldeanos era ínfima al lado de la cantidad de allvariences que habían tomado el lugar.

<<¿Dónde están?>> se preguntaba Melville, buscando con la vista a su esposa e hija entre la multitud <<¿A dónde podrían haber ido?¿Acaso lograron escapar?>>

El hombre dejó su lugar junto al árbol y sigilosamente se acercó un poco más, esperando localizarlas. Entre el ejército de Allvar (y a veinte metros de él, como máximo) había alguien que destacaba a simple vista, y Melville no tardó en reconocerlo:

—Herald Miv —susurró.

El comandante era un hombre alto, de al menos cuarenta años.
Su oscura tez combinaba con el inmenso abrigo de piel que le cubría el fornido torso. Su brazo izquierdo sujetaba un bastón, dejando que la cabezera de este quedara inclinada hacia arriba. La mayoría de sus dedos iban acompañados de anillos y en su cuello asomaba un tatuaje en forma de estrella.

—Más vale que no lastimen a los Herederos Mágicos —advirtió el comandante mientras caminaba, sin prisa, entre la mercancía que recién era dejada en la costa.

Herald observó fijamente un par de jaulas que bajaban unos allvariences del barco. Luego, se dirigió a uno de los hombres que a su lado permanecía:

—¿Cuánto tardará Helier? No puedo esperar a tener La Tabla de Amery en mis manos.

Melville, desde detrás de un muro casi destruido, trataba de entender el objetivo de Allvar.

<<¿Busca la tabla?>> se preguntaba <<¿Los herederos mágicos, tal vez?>>, <<¿Busca apoderarse de la isla?>>

Melville comenzó a escuchar pasos acercándose a él.
Metió una mano en un bolsillo de su pantalón para sacar un anillo y ponérselo en el pulgar de su derecha. Luego introdujo su otra mano en su otro bolsillo y para cuando el soldado se detuvo a encender un cigarrillo a un lado de él, ya aquellas nudilleras plateadas decoraban sus puños. El hombre no pudo ni reaccionar ante el puñetazo de Melville, que lo hizo caer inconsciente a la primera. Este escondió el cuerpo del soldado desnudo entre los arbustos y, usando la ropa militar de Allvar, comenzó a caminar hacia el comandante.

Se mezcló entre la multitud de soldados que esperaban órdenes de Miv, evitando ser descubierto, pero se dio cuenta al instante de que su plan había fracasado desde el inicio:

—Vaya, vaya —comenzó Herald—, veo caras nuevas entre mis hombres.

El sonido de sus pasos apenas se escuchaba debido a la arena en el suelo. Aún así, se podía apreciar la firmeza de cada pisada. Melville permaneció en su lugar, callado y sin perder la compostura. Herald se detuvo frente a él y le dedicó una genuina sonrisa.

Sunshine [Herederos Mágicos #1] © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora