M de Mikasa

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10 de febrero

Era el cumpleaños de Mikasa.

Despertó. Para ella su cumpleaños sólo era un día más, no quería festejar, pues piensa que su nacimiento solo le trajo sufrimiento, no sólo a ella, si no también a los que la rodean. Pero sabe que si lo no festeja Levi se enojaría con ella.

Estuvo todo el día en su cama. Durmiendo. Se sentía cansada, especialmente se sentía sin ganas de nada. Se siente miserable. Ya tiene 20 años y no disfruta de alguna manera su vida. Todo es monótono, sin cambios, sin imprevistos, sin nada nuevo.

Dieron las 6 de la tarde y ahí fue cuando decidió salir y comprar un pequeño pastel.

Salió por las calles iluminadas con aquellas grandes luces que iluminaban los caminos.

Compró un pastel y decidió salir de ahí.

Llegó a su casa, otra vez con la misma frialdad que la abrazaba cada vez que llegaba a ésta.

Puso el pastel en la mesa, fue por una pequeña vela y la enterró justo en el centro. Se sentó enfrente de el pastel. Prendió la vela y vio como su casa se ilimunó con esa pequeña llama. La observó. Quería cantarse "las mañanitas" pero no tenía ni ganas de hacerlo, o más bien, apenas y se acuerda cómo iba aquella melodía.

De manera repentina, en su garganta empezó a sentí un nudo. Quería llorar ¿es por la soledad? Estaba solo ella sola sentada frente aquel pastel y esa llama naranja, mientras su casa se veía en tonos fríos. Sus ojos se empezaron a cristalizar. Sabía lo que decían las personas acerca de la soledad cuando era más pequeña. Después de todo lo que pasó en su infancia, supuso que la soledad le vendría bien en su vida, pero no fue así, su vida se volvió más aburrida... Más triste.
Ella misma se sentía ahogada en esa casa, o más bien, en su propia existencia. Ella no vive, ella solo existe, pero tampoco es cómo si las personas a su alrededor pudieran observarla.

Recuerda un día. Ella estaba sentada en un parque. Se sentía triste. Llevaba una gran sudadera negra, y su mirada perdida. De repente escuchó algo.

—"Si no me haces caso te quedaras sola como ella" —le dijo una señora a su hija, señalando a Mikasa.

A Mikasa nunca le gustó que amenazaran a los niños con cualquier tipo de cosas que les pudiera afectar en un futuro. Pero el que la tomen como "ejemplo" de una "desgracia" la hace sentir peor. Después de todo... Tenían razón.
Después de sus 15 años nunca fue igual, se daba cuenta de las cosas.

Se convirtió en una versión apagada de lo que era la pequeña Mikasa. Aquella niña ahora solo quedaba perdida en la inmensa oscuridad que cubría el alma triste y apagada de Mikasa. Si de algo se culpa Mikasa, es de ser esa niña, ingenua, inocente e idiota según sus propios pensamientos.

Volvió a ver el pastel. Ahora la vela empezaba a dejar caer algo de cera por el pastel.
Mikasa agarró una cuchara y empezó a comerlo con desesperación. El dulce sabor del pastel se mezclaba con sus saladas lágrimas.
Mikasa lloraba mientras devoraba aquel pastel con desesperación.

Odiaba el sabor salado de sus lágrimas. Lo conocía a la perfección, varias veces las había probado.
Dejó de comerlo con la cuchara y empezó a comerlo con las manos. Metía las manos y agarraba grandes pedazos para meterlos a su boca mientras lloraba. Le resultaba asqueroso, pero no pensaba en ello.

Flashbacks empezaron a llegar a su mente.

—"Deja de comer, estás gorda".

Mikasa empezaba a meter más y más pedazos. La desesperación la estaba consumiendo.

—"Que estés flácida no me hace disfrutarte"

Recordar justo esa oración hizo que se detuviera.

Empezó a vomitar todo el pastel, de repente sintió asco de sí misma y empezó a frotar su cuerpo con fuerza dejando marcas de esto. Le daba asco, se daba asco. Agarró lo que quedaba del pastel y empezó a lanzarlo por toda la casa. Su llanto se hizo más fuerte al punto que dejara de poder respirar correctamente. Cayó al piso mientras seguía llorando. Una vez que se tranquilizó sólo dijo 4 palabras.

𝐑𝐚𝐢𝐧| 𝐄𝐫𝐞𝐦𝐢𝐤𝐚 𝐀𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora