La belleza de la lluvia

573 77 42
                                    

Eren y Carla se dirigieron a hacer la cita con la psicológica. Iban algo nerviosos, principalmente Carla ya que era algo nuevo.

—Todo estará bien, Mamá —dijo Eren mientras la agarraba de la mano.

—Esto es algo nuevo —dijo Carla con una pequeña risita nerviosa.

—Todo saldrá bien. Papá estaría muy feliz de esto —dijo una sonrisa que su madre también correspondió.

Ambos llegaron a la clínica y hablaron con la recepcionista para poder checar las citas y hablar con la psicóloga.

La psicóloga estuvo encantada de que Carla se decidiera en por fin ir a uka cita.

—Todos necesitamos terapia psicológica al menos una vez en la vida  —dijo la psicóloga con una amable sonrisa.

La mujer le aspiró confianza a Carla y eso la hizo sentir aún más segura de au decisión. Sabía que era tiempo de dejar ir a Grisha por paz mental.

—Gracias —le agradeció Carla a su hijo.

—No tienes que agradecer, mamá —dijo mientras abrazaba a su madre con cariño.

—Me estás ayudando a superar algo muy marcado en mi vida, yo también quiero apoyarte.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Eren mirando a su madre a los ojos.

—Mikasa. Quieres estar con ella, ¿cierto? —Eren asintió—. No la dejes sola.

—Pero, dijiste que necesitaba su espacio.

—Claro que lo necesita, pero no hay nadie que la apoye moralmente. Es una linda chica y de buen corazón a pesar de lo que ha pasado.

—¿Debería hablar con ella? —preguntó Eren.

—Si crees que es lo correcto deberías hacerlo.






°°°





El día de trabajo acabó para Mikasa y decidió hacer algo que no había hecho antes.

Caminó abriendo su sombrilla pues estaba lloviendo. Sus zapatos se volvían más oscuros gracias al agua que la salpicaba.

Caminaba por la banqueta mientras veía a la gente pasar con sus sombrillas o incluso con su maletín en la cabeza para no mojarse. El ruido de los carros al chocar con el pavimento mojado mientras el olor de la tierra inundaba sus fosas nasales. Tal vez Mikasa podía aprender a apreciar la belleza de la lluvia.

Pateaba alguna que otra piedra que se encontraba en su camino; arrancaba hojas de los árboles para después cortarlos en cachos más pequeños y tirarlos al pasto. Los niños pasaban corriendo junto a ella sintiendo una fuerte corriente de aire.

Por un momento, vio a su versión pequeña de Levi y Mikasa jugando en los charcos con un impermeable y botas de hule amarillas; corrían y reían mientras la Mikasa adulta sonreía nostálgicamente al imaginar esa escena.

Siguió su caminó hasta que entró a ese lugar. Compró dos girasoles y caminó hasta encontrase con algo que había estado evitando desde hace tiempo.

—Hola... Levi —dejó un girasol en la lápida—. Lamento no visitarte, pero ha sido difícil para mi el asimilar que te encuentras aquí.

Cerró la sombrilla dejando que la lluvia la mojara; se sentó en la banca frente a la lápida y empezó a hablar de nuevo:

—Una persona me dijo que dejar que la lluvia te moje es algo nuevo —miró el otro girasol en su mano—. Este es para Hange, pero no sé dónde dejarlo así que decidí dejarlo contigo para que puedas entregárselo allá arriba.

𝐑𝐚𝐢𝐧| 𝐄𝐫𝐞𝐦𝐢𝐤𝐚 𝐀𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora