La lluvia que me visita

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Los ojos de Eren expresaban suplica, sus manos temblaban por miedo de la respuesta de Mikasa.

La boca de Mikasa temblaba sin saber qué responder.

—Dime que huirás conmigo... Amor —sus manos se apretaron mutuamente sin querer soltarse.

—Quiero hacerlo. Quiero huir de aquí contigo; quiero escapar de mi realidad como siempre lo hacía cada que estaba contigo; quiero atrapar un arcoíris y quiero ser la madre de tus hijos.

—Hazlo. Hagámoslos, solo nosotros dos. Dime que me amas para que pueda tomar tu mano y huir contigo a mi lado.

—Te amo, pero no puedo huir de mi pasado. Ya no puedo hacerlo. Siempre lo hice, siempre huí de él y estoy cansada de correr y no llegar a ningún lado. Las cadenas de mi pasado siguen en mis pies y no tengo la llave para desencadenarme.

—Déjame cortarlas.

—Dame un día. Mañana a esta hora, en este lugar, te daré mi respuesta.

Los ojos de Eren la miraban con tristeza y ella lamentaba verlo de esa manera por su culpa.

Su corazón dolía al igual que su pecho, sus pies ardían y su cabello goteaba.

—Lo haré, vendré aquí, a esta hora y a este lugar para irme contigo —dijo Eren mientras agarraba la cara de Mikasa.

Mikasa tenía los ojos cerrados conteniendo sus lágrimas y el grito de su corazón.

Los labios de Eren chocaron con los suyos y desearía poder besarlos cada mañana al despertar.

—Iré a casa —se separó Mikasa.

—Te llevaré —dijo Eren.

Mikasa negó con la cabeza.

—¿Entonces puedo llamarte en el camino? —Mikasa sonrió débilmente y asintió—. Gracias.

Eren sacó su teléfono y empezó a buscar el contacto, vio el nombre en su pantalla y eso hizo que Mikasa derramara lágrimas. Él nunca cambió su nombre: Mi vida ❤

Mikasa limpió sus lágrimas con el dorso de su mano y contestó la llamada de Eren.

Mikasa sonrió débilmente y volteó para seguir su camino a casa. Podía sentir como Eren la miraba desde atrás.

—¿Puedo hablar? —preguntó Eren en la llamada.

—S-Sí.

—Me encantan tus ojos —se podía escuchar como sollozaba al otro lado de la línea—. Cuando te conocí se veían opacos... Pero ahora hay un brillo.

Eso hizo que Mikasa sintiera una punzada en su corazón. El corazón parecía estallarle.

—Lo mismo con tu risa. Aquel día en el columpio me preocupó que hiciera algo malo ya que te fuiste de repente.

—Era solo que no podía recordar mi risa... Fue algo difícil.

—No puedo imaginar lo que sentiste.

—Pero aquel día en el cine recordé cómo se sentía que me doliera el estómago de reír. Recordé como se sentía... Ser humana.

—Amo tu risa, también amo la manera en la que sonríes, tus cachetes se hacen como unas bolitas.

Mikasa sonrió mientras lágrimas salían de sus ojos.

—También amo que te guste leer, eso fue algo que me enamoró de ti. Armin pensaba que eras bastante culta.

—Armin es un buen chico.

—Lo es. También amo tu manera de expresarte, hasta cierto punto metafóricamente. El tacto de tus manos —su voz se quebró—, y e-el sabor de tus labios... Realmente lo amo. Saben a cereza. Besos sabor a cereza.

𝐑𝐚𝐢𝐧| 𝐄𝐫𝐞𝐦𝐢𝐤𝐚 𝐀𝐔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora