Capítulo veinte

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"Frío.

Oscuridad.

Es lo único que logro percibir con seguridad.

Lo demás es tan... difuso.

No sé dónde estoy y mucho menos el porqué.

Intento recordar algo que me dé una respuesta, pero mi cabeza es como una habitación blanca y vacía.

Una fuerte luz se enciende frente a mí, cegándome y haciéndome más difícil ubicarme.

Mis pies comienzan a dirigirse automática hacia esa luz, al principio quiero detenerlos, pero pareciera que yo no tengo el control de ellos, que ya no tengo el control de nada.

A medida que me acerco; un sonido demasiado agudo e irritante avasalla mis oídos, haciéndome más difícil reconocer el montón de voces alteradas que provienen de alguna parte.

Sigo sin entender nada.

Y una palabra envuelve toda mi cabeza en blanco, pintándola de negro.

¿Voy a morir?

¿Así se siente morir?

Creo que finalmente pagaré por todo lo que he hecho.

—¿Te irás así nada más? —una voz.

—¿Nos dejarás? —otra voz.

Y todo se detiene."

Aurek

Entro a la cafetería con pasos animados e ignorando la quinta llamada de Kasia en lo que va de la mañana. Ver la mesa que siempre usamos totalmente vacía me desconcierta un poco, sin embargo, rápidamente encuentro a mi hermana formada para que le sirvan el desayuno, parece molesta en lo que escribe algo rápidamente en el celular y, creo, se queja con Adeline, la pelirroja que se encuentra de pie detrás de ella.

—Buenos días, hermanitaaaa —canturreo antes de depositarle un corto beso en la mejilla, después paso mi mirada a sus espaldas—. Hola, Adeline, tu cabello se ve muy bien hoy, pasa la receta —y sigo con el chico de detrás—. Liam, ¿Cómo han ido tus clases? ¿Todo bien? Espero que sí.

Los tres me miran totalmente desconcertados.

Hasta que Kasia parece decidir no tomarme importancia.

—¿En dónde estabas? —cuestiona, molesta.

—¿Vamos a desayunar? —pongo mi mejor sonrisa e ignoro a mi hermana. No sé, pero hoy me siento muy bien y no quiero que nadie me arruine mi humor —, de hecho, no es una pregunta, vine para llevarlos a desayunar.

Tomo a Kasia de la mano y la jalo para sacarla de la fila, después hago lo mismo con la pelirroja y el castaño.

Sus rostros llenos de confusión están como para sacarles una foto y después burlarme de ello.

No puedo evitar reír.

—Okay... ¿de cuál cigarro fumaste?

Vuelvo a reír.

—Oh, vamos, Kasia —se mete Adeline—, es obvio que Addison le dio una buena dosis de sexo mañanero.

Esta vez me carcajeo, y no le presto importancia a que ahora tengo las manos de mi hermana acomodando el cuello de mi camisa para tapar fallidamente lo que me adorna muy bonitamente.

—¿En serio? —difícilmente dejo de reír—, ¿también tú te crees ese chisme barato?

Ella se encoge de hombros.

NOWAK [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora