Capítulo veintisiete

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"—No quiero esto —murmuro sin dejar de ver el cielo con una sensación de resentimiento hacia mi persona presente en el fondo de mi pecho.

—¿El qué? —Pregunta.

—Esto, todo esto. Nunca pedí esto —explico muy vagamente mientras mi vista se hace un poco borrosa, tanto que las estrellas en el cielo consiguen desaparecer de mi vista—. No quiero esto —repito.

>> Esta inestabilidad, joder, ¿por qué no puedo comportarme igual a como lo hacía justo el día de ayer? ¿O igual a como lo haré mañana? —Hago un silencio momentáneo— Si es que llego a mañana, claro —suelto una risa un poco irónica, risa que oculta mucho detrás de ella—, quizás esta mierda me mata antes. —Tomo una respiración profunda— Ojalá lo haga.

—No digas eso...

—La verdad duele, cariño, y no sé por qué te afliges así, al final del día soy yo quien lo vive todo a flor de piel... Y a veces se necesita descansar."

Kasia

Barajo las cartas distraídamente, sentada en un sillón de mi habitación de hotel mientras pienso en el hecho de que dije que no tocaría las cartas con mis manos para evitar dejar mi rastro en ellas, y momentos después, le arrebaté la baraja a mi hermano para poder "analizarla".

Irónico.

Ese pensamiento pasa por mi cabeza de manera simultánea con todos los pensamientos relacionados a Alexander siendo el asesino que Aurek y yo —yo más que Aurek— estamos desesperados por hallar. Pese a que la diferencia entre los dos sea que él está desesperado por encontrar pruebas que me convenzan de que Alexander no está conectado a ninguna de las muertes, y yo esté desesperada por confirmar todas mis sospechas... o hacerlo entrar en razón —lo que consiga hacer primero—.

Y justo ahí es donde entra una disonancia cognitiva a la que me niego a hacerle frente, puesto que una parte de mí no quiere que él sea quien esté detrás de todo esto, porque la decepción de mi hermano no es algo que esté interesada en ver. Sin embargo, no hay mucho que yo pueda hacer al respecto si todo es como aparenta ser, y tampoco me voy a quedar de brazos cruzados si al mismo tiempo en el que ocurre todo esto, hay alguien amenazando a Aurek.

Por suerte, la posibilidad de que ambas cosas no estén relacionadas, está presente.

Despierto parcialmente de mi ensoñación y me levanto del sillón para acercarme al elegante escritorio que, de alguna manera, hace juego con la silla frente a este. Suelto la baraja sobre la mesa, permitiendo que las cartas se esparzan sobre el espacio.

A simple vista no se ve absolutamente nada raro. Eso ignorando el hecho de que las cartas son negras y, debido al contraste que se necesita para que las cartas se vean estéticamente bien, no existe esa división de colores común de rojo y negro.

Solo son cartas negras con el número y símbolo de color blanco, a excepción de la jota, la reina y el rey, los cuales sí tienen sus respectivos colores únicamente en el dibujo que los representa, pero de manera pálida.

Sigo observando las láminas de plástico sobre la mesa durante algunos minutos más sin percatarme de nada sospechoso, lo cual después de un rato me logra estresar y todo esto se lo intento atribuir al hecho de que tengo mucho sueño en este preciso instante.

Me distancio del escritorio para buscar una manera de aislar mi mente de la situación, y, como siempre que me encuentro en esta posición, busco la cajetilla que por suerte aún no he terminado y un encendedor que no estoy muy segura de cómo lo traje en el avión.

Salgo al balcón luego de regresar todas las cartas a su pequeña caja y el solo ver las luces de la ciudad me logra causar un déjà vu que me lleva a la noche previa a entrar al internado, esa noche que pasamos Aurek y yo en Vancouver justo antes a viajar a Victoria. Y ese recuerdo me lleva hacia el pensamiento de que no hace todavía un mes desde que eso aconteció, lo cual es genuinamente surrealista.

NOWAK [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora