Capítulo VII

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*PARA VER IMAGEN DEL ESCUDO DE LA CASA DORLAIHS: http://nobleladyofthedas.tumblr.com/post/127572167435 *

Podía ver a Doral a lo lejos, como una pequeña mancha en el inmenso océano. A medida que el barco avanzaba se tornaba más grande y clara a sus ojos.

Elise le pedía amablemente a Elbert que preguntara a la tripulación y al Capitán en cuanto tiempo llegarían, una y otra vez. Pero al parecer...solo tenían una respuesta: "pronto."

Eso solo conseguía impacientar a la joven, que daba vueltas en círculos por todo el barco, ansiosa. Ser Elbert se acerco a ella lentamente, algo disgustado para darle la casi obvia respuesta del capitán...

—"Pronto", Milady —dijo el hombre, con una leve sonrisa en su rostro y se paro al lado de la muchacha.

—Supongo que es la única palabra que conocen...—admitió Elise y soltó un bufido, que se mezclo con una sonrisa.

Ser Elbert se rió entre dientes.

—¿Puedo preguntar Milady...? —pidió el hombre con timidez.

Ella asintió.

—Dígame Ser Elbert —afirmó la muchacha y le dedicó una dulce sonrisa.

El viento era mucho más fuerte estando en el mar, y provocaba que los cabellos castaños de Elise se movieran tan rápidos y ligeros como serpientes a ritmo ligero.

—¿Cómo es Doral, Milady? —preguntó el hombre, muy amablemente.

Elise se decepcionó ante la pregunta, esperaba algo...diferente. Ocultó su decepción y sonrió.

—Es pequeña, para ser una isla —admitió—. La mayor parte de ella esta ocupada por el Castillo de Aevill, mi hogar. Tiene su propio puerto y un largo terreno de arboles. El resto es un pequeño, pero bonito, pueblo donde generalmente viven pescadores y mercaderes. Es una cuidad sumamente tranquila y elegante. Va a gustarle —dijo la joven y miro a la distancia, a la isla que ahora se veía con mas claridad que antes.

Podía ver a lo lejos al puerto construido de piedras, adornado con banderas portando el emblema de su casa, y de la Casa Martell.

Su casa siempre había sido vasalla de la Martell, y su padre había sido escudero en Lanza del Sol de uno de los antiguos príncipes de esta casa.

No se veía a la perfección, pero pudo notar personas pescando, niños jugando y guardias de su padre haciendo sus rondas de guardia. Supo que eran ellos por el color azulado y brillante de sus armaduras.

Doral siempre había sido una cuidad muy tranquila, limpia y cuidada. Su padre se había asegurado de eso. No era una isla muy poblada, y la poca gente que vivía allí vivía en paz.

De niña, Elise solía escaparse a la cuidad y conversar con los pueblerinos, sin decirles quien era, y así jugaba con los niños en el puerto y cerca del mar. El recordar eso la hizo sonreír nuevamente.

Luego estaba su castillo, construido en una extraña y resistente piedra color rojizo, que en los días de mucho calor el Castillo se mantenía fresco, y en los días de frio, (muy poco comunes) cálido.

Además, los jardines de su Castillo eran inmensos, repletos de interminables arboledas y flores donde Elise siempre paseaba y jugaba de niña. Era su lugar favorito sin duda.

Podía ver unas pequeñas embarcaciones detenidas en el puerto, probablemente mercaderes importando seda y llevando pescado, que hacían una parada y luego seguían su rumbo.

—¿De donde es usted Ser Elbert?—preguntó la joven, sin quitar los ojos del puerto.

Hubo silencio, y Elise fijo sus ojos café en el hombre, que permanecía serio y con el ceño fruncido.

El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora