Capítulo XVII

1K 77 17
                                    

Los últimos días habían pasado muy rápido y Elise había comenzado a asentarse en Lanza del Sol, incluso se sentía mejor que en cualquier otro lugar en el que hubiese estado antes.

El clima, el paisaje, los ambientes, la gente... Le gustaban más de lo que se hubiese imaginado.

La joven se había levantado temprano a causa de unos pequeños pájaros que no paraban de cantar en su ventana y en los arboles cercanos. No estaba acostumbrada a aquello, pero tuvo que admitir que era una forma de despertar bastante bonita.

Desayunó una naranja sanguínea (del mismísimo jardín del palacio) con pan y queso de cabra. Y por ultimo bebió un vaso de leche endulzada con miel, la cual estaba deliciosa.

Luego tuvo que elegir que vestido usaría durante el día, lo que le tomó bastante más tiempo del que esperaba. Finalmente optó por uno color verde olivo con detalles en dorado de mangas cortas y cintura holgada. No era ni muy elegante ni muy casual: perfecto para la ocasión.

Doran le había pedido a Elise el día de ayer si podía hacerle el gran favor de llevar a Arianne de paseo por la cuidad. Pues hacia ya desde el nacimiento de Quentyn (segundo hijo de Doran y Mellario, hermano menor de Arianne) la niña no había dejado el castillo muy seguido. Y estaba empezando a encontrarlo sumamente aburrido.

Elise no lo dudó ni por un momento. Pues era una niña adorable y, honestamente, no estaba en posición de negar una petición de Doran. Después de todo lo que él había hecho por ella...

Y así fue. Elise junto con Arianne dejaron el palacio acompañadas por unos cuantos guardias y dos doncellas (las mismas que habían acompañado a Elise en otras ocasiones. Las cuales eran muy agradables y gráciles, Elise se llevaba bastante bien con ellas).

Al llegar al centro de la cuidad, recorrieron los mercados y tiendas cercanas. Todas repletas de baratijas y telas muy hermosas.

Arianne y Elise iban tomadas de la mano, dando vueltas por todos lados, probándose vestidos, joyas, comprando una que otra chuchería. La niña Martell era muy divertida, y demasiado astuta para su edad, a decir verdad.

Elise le compró algunos presentes mientras caminaban por la cuidad, y Arianne le tomó cariño de inmediato. Fue igual a viceversa.

Estaban ya de regreso en el palacio cuando Elise se topó con Symond, quien se encontraba bastante alterado. Parecía estar buscándola, acompañado por algunos de sus guardias.

Al verla parada allí, se mostró bastante aliviado. Se acercó a la joven y le habló.

—¡Elise, gracias a los Dioses! ¡Te he buscado por todos lados! —dijo Symond bastante disgustado. Elise pudo notarlo hasta en su forma de caminar. Lo conocía muy bien.

La joven se sintió arrepentida, pero al mismo tiempo no le preocupó tanto. No tenia que andar dando explicaciones a su padre sobre a donde y con quien se dirigía, ya era adulta. ¡Pronto cumpliría diez y seis años! La idea la parecía bastante extraña.

—Lo siento padre, había salido de paseo con Arianne—dijo la joven, acariciando el cabello de la niña, quien se encontraba parada junto a ella observando la escena.

Symond se sorprendió al verla, ya que no había notado la presencia de la niña. Pero no pareció preocuparle el hecho de que Arianne estuviera allí, pues le dio a Elise una mirada de desaprobación tremenda...

—Lo único que pido es que me avises, Elise —respondió—. Tenemos una cena a la que asistir, ¿recuerdas?

Su padre le dio una mirada demandante, de esas que esperan una sola y única respuesta...

El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora