Capítulo XXVII

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*AVISO: ESTE CAPÍTULO TENDRÁ CONTENIDO SEXUAL, SI QUIERES SEGUIR LEYENDO SERÁ TU RESPONSABILIDAD.* 

Lady Dorlaihs se encontraba observando al horizonte desde un balcón en Norvos, viendo como el sol se ponía en el oeste dándole un color rojo-rosado al cielo. Ella, Oberyn y las niñas se hospedaban en la casa en la que vivía (antiguamente) Mellario, esposa de Doran. Una casa no muy grande ni muy pequeña, pero bastante bonita y acogedora. Elise se sentía a gusto en ella.
La joven tenía la mirada en la nada; pérdida en sus pensamientos, recordando su niñez, su familia. Sobre todo a Walter, su tío. No supo con exactitud por qué, pero había pensado mucho en él estos últimos días. Pensó que a lo mejor había pasado tanto tiempo desde su muerte, y ni siquiera había tenido un funeral propio de alguien...como él; un buen hombre. Pues su cuerpo jamás había sido encontrado.
Elise lo adoraba, siempre habían sido muy unidos...
Un recuerdo en particular vino a la mente de la muchacha: era una noche en la que el viento se había puesto helado, incluso para Doral (que solía ser fresca por las corrientes marinas) el frío hacia temblar a algunos. Habían decidido acampar es las arboledas cercanas al castillo de Aeville: y había sido una idea de Walter, por supuesto. Él era así; tan intrépido, espontáneo, despreocupado. Todo lo contrario de su padre Symond; correcto, responsable, reservado. Elise amaba a su padre, pero a la hora de aventuras siempre salía en busca de su tío favorito. Pues sus ocurrencias repentinas siempre iban acompañado de una travesía épica.
Aquella noche, la cual Elise recordaba como si hubiese sido ayer, ella y su tío se encontraban sentados al rededor de una fogata que los mantenía en calor. Walter le narraba las historias de terror más temibles que ella había escuchado jamas. Todo su cuerpo temblaba de miedo y de frio, sus ojos estaban abiertos como platos y escuchaba atentamente cada palabra que el hombre decía. Recordó la risa cálida y divertida de su tío Walter, sus ojos color miel observando atentamente a la chica mientras contaba la historia, su sonrisa de dientes blancos y perfectos. Elise siempre pensó que era un hombre muy apuesto, todos lo afirmaban. Las mujeres nobles de Dorne siempre le mandaban cartas y se interesaban en él, cosa que a ella no le agradaba en absoluto. Aunque, sin embargo, Elise nunca vio a su tío con alguien o incluso jamás se enteró sobre él involucrado con alguna persona en particular. Y si lo hacía era muy cauteloso al respecto. Él tenía veintiséis años al morir, y se esperaba de él que a esa edad ya estuviese casado, que sentara cabeza y tuviera familia. Pero nunca lo hizo, ni lo haría... Elise supuso que a Walter le habría gustado Norvos. Simplemente parecía un sitio para él...
Elise volvió a la realidad al sentir unos labios lentamente besar su nuca. Escalofríos recorrieron su cuerpo desde la parte superior de su nuca hasta la parte más baja de su vientre.
—Hola...—dijo Oberyn de forma seductora. Elise pudo sentir la sonrisa en sus labios mientras él besaba su piel.
—Hola —respondió ella volteándose para verlo frente a frente.
—¿Te encuentras bien? —preguntó el príncipe mientras la besaba en los labios con dulzura.
—Si, claro —replicó ella con sorpresa —. ¿Por qué lo dices?
Oberyn levantó sus hombros y sonrió.
—No lo se, estás aquí, sola... —respondió él. La atrajo más a su cuerpo y Elise sintió el calor que éste irradiaba. «No necesito una fogata si lo tengo a él, su sangre es de fuego...».
—Solo...pensaba...
—¿De verdad? Me cuesta creerlo —dijo él en tono de broma sarcástica. Elise lo golpeó en el hombro con cuidado y dejó escapar un chasquido de lengua.
Oberyn soltó una carcajada.
—No lo se... Todo este asunto de los Targaryen y...—la palabra le sabía amarga en los labios— venganza...creo que no es bueno Oberyn, no es bueno para ti.
Oberyn puso sus ojos en blanco.
—Elise, no quiero discutir sobre eso de nuevo. Es algo que está en proceso, ¿recuerdas? —dijo él con tono algo disgustado.
Elise asintió. La verdad es que él no le había dicho mucho al respecto. Oberyn solo le había mencionado que dos de los hijos de Aerys Targaryen, "el Rey Loco", seguían con vida. Pues su esposa Rhaella había conseguido escapar de la Fortaleza Roja antes de que Robert Baratheon decidiese acabar con toda la dinastía Targaryen. Pero ambos eran apenas unos niños, no mayores de doce años... Algo de aquella situación no le gustaba en absoluto, ademas del hecho de que Oberyn actuaba muy extraño cuando hablaba sobre aquello.
Hubo silencio entre ambos, hasta que Oberyn lo interrumpió.
—Cambiando de tema, y hablando seriamente...—dijo él mirándola fijo a los ojos —. ¿Qué te ha parecido Pentos? No te he escuchado hablar mucho al respecto.
Elise se mantuvo en silencio unos instantes, pensando con cuidado su respuesta. Honestamente...no. No le había gustado. Pentos era una ciudad demasiado poblada y la mayor parte de ella eran esclavos. Elise no había visto jamás algo así. Gente con tatuajes en su rostro, miradas pérdidas y suplicantes de liberación. La angustia la invadió al instante.
—No ha estado mal...—respondió ella con la voz tenue. No quería mentirle, tampoco decirle la verdad. Oberyn se había empeñado tanto en hacerla disfrutar el viaje que decirle algo así rompería su corazón.
Oberyn frunció el ceño y sonrió.
—¿"No ha estado mal"? Elise, dímelo —ordenó él mientras acariciaba la espalda de la joven.
—No es nada, de verdad. El viaje ha sido perfecto, me ha gustado todo de él: los paisajes, las personas, todo —informó ella acariciando el rostro del hombre con ternura—. Debería tomar un baño...—dijo ella alejándose de él, dirigiéndose hacia cuarto de baño. Pues las doncellas de la casa le habían preparado el agua hacia un rato, pero estaba demasiado caliente para Elise. Por lo que era necesario esperar hasta que se enfriase un poco.
El baño era muy sencillo, aunque bastante bonito. Elise se acercó a la bañera blanca de marfil que había en el centro y metió su mano para comprobar lo que esperaba: tibia, perfecta. Luego ella tomó un frasco de vidrio y sacó un poco de su contenido: pétalos de jazmín de Myr, comprados durante su estadía en la ciudad. Se quitó la ropa y se sumergió en la bañera. Ubicó su cuerpo, sintiendo el vapor en su rostro, y notando como cada uno de sus músculos se relajaba. Cerró sus ojos y sumergió su cabeza.
Pasaron unos segundos y la saco. Su largo cabello estaba empapado, y sentía gotas caer en su rostro.
Escuchó un ruido y abrió los ojos. Oberyn.
—¡Oberyn!¿Qué haces? —preguntó ella alterada, y llevó una de sus mano a los pechos, para cubrirlos. Y otra a su sexo.
El príncipe rio burlón.
—Elise, ya te he visto desnuda, ¿estás al tanto de ello? —dijo en medio de una carcajada — has espacio para mi —dijo el príncipe y comenzó a desnudarse.
«¡¿Qué hace?!». ¿Creía que por ser príncipe tendría todo lo que pedía? Al parecer si, porque ella sin darse cuenta, ya había movido sus largas piernas y las atrajo hacia ella, haciéndose pequeña en el extremo de la bañera así el príncipe podría entrar. La bañera era grande, suficiente para tres personas.
Él sonrío satisfecho y cuando se encontró totalmente desnudo, se sumergió en el agua. Ella pensó que iría al otro extremo de la bañera, pero no. Entró y tomó las piernas flexionadas de la joven, las abrió y se acostó entre medio de ellas, de espalda, apoyando su cabeza en el pecho de la joven. Eso la hizo sonreír. Él cogió un pétalo de jazmín que se había quedado pegado en su hombro y lo olió.
—Elise...—dijo sonriendo dulcemente — ¿oleré a ti cuando salga de aquí? —preguntó él, girando su cabeza para mirarla a los ojos.
Ella sonrió. Al principió le molestó el gesto de éste por invadir su privacidad, pero ahora ya ni podía recordar porqué. Pues su relación había estado algo tensa desde que él se comportaba extraño, lo que sucedía muy a menudo últimamente.
—Yo lo hago desde hace mucho tiempo. Si lo haces una vez el efecto durara poco —dijo ella con una sonrisa picara en los labios —. ¿Puedo mojar su cabeza...mi príncipe? —preguntó provocativa.
Él asintió y sonrió. Y ella, tomando un poco de agua con sus manos, mojó la cabeza del príncipe con cuidado, de adelante hacia atrás, peinando su cabello.
Oberyn cerró los ojos y sonrió. Ella repitió la acción, pero esta vez él habló.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo...¿sabes? —afirmó mirándola a los ojos.
Ella pensó que era una broma pero lo dijo con tal seriedad que ella notó...no era así.
—¿Lo que quiera, Alteza? —preguntó ella sonriendo perversa y acariciando el cabello negro de Oberyn —. Se me ocurren muchas cosas que podría hacerle...
Él abrió los ojos sorprendido y soltó una carcajada.
—¿Podría atravesar su corazón si quisiera... ? —preguntó ella al oído del príncipe.
Él giro su cabeza, para susurrarle su respuesta al oído.
—a lo has hecho —dijo él, con esa voz serpentina que tanto le gustaba.
Ella sonrió picara y siguió mojando la cabeza del príncipe. Finalmente se acercó al oído del príncipe y le susurro nuevamente.
—Mi príncipe...—dijo ella en forma seductora.
No llegó a terminar de pronunciar sus palabras y Oberyn volteó su cabeza y la besó. Ella devolvió el beso con pasión. Jugaba con su lengua, la saboreaba. Exquisita.
Finalmente, el príncipe volteó todo su cuerpo para así terminar quedando de frente a frente con la joven. Se besaban con ardor, y él llevó sus manos a la espalda de ella, atrayendola mas hacia él.
Ella se sentó sobre las piernas del príncipe, envolviendo las suyas alrededor de la cintura de éste. Él gimió ante aquello, luego Elise llevó sus manos a su cuello y lo atrajo más a su boca. Pudo sentir en sus labios que él sonreía.
Oberyn tenia las piernas flexionadas y ella se sentaba entre medio de ellas y su pecho, besándolo con pasión. Tenia que mirar hacia abajo, ya que en esa posición ella quedaba mucho mas alta.
Se besaban, abrazaban, ambos oliendo a jazmín. Ella subió mas arriba, y se colocó en posición para que Oberyn entrara en ella, y eso hizo.
Ella gimió, sin dejar de besarlo, el príncipe hizo lo mismo. Comenzó a mover sus caderas en círculos y ante aquello él clavó sus uñas en la blanca espalda de Elise.
Ella sonrió y continuo moviéndose encima de él.
Seguían besándose sin tomar aire alguno. Elise llevó sus labios hacia abajo, besando la linea de la mandíbula del príncipe y su oído. El agua se movía, haciendo pequeñas olas que chocaban de una orilla a la otra.
Finalmente y luego de tantas respiraciones entre cortadas, Elise alcanzó el clímax, clavando sus uñas en la espalda del príncipe, lo que logró que él llegara también.
Siguieron besándose durante unos minutos y cuando el agua se serenó, se separaron.
El agua estaba enfriándose, y ambos tenían pétalos de jazmín pegados en todo el cuerpo.
Salieron de la bañera, Oberyn se encargó de secar a la joven con sus propias manos, ella hizo lo mismo con él. Ambos se acostaron en la cama del cuarto completamente desnudos. Oberyn cerró los ojos mientras esbozaba una sonrisa. Parecía profundamente dormido...
Ella lo observó por un rato, preguntándose como podía amar y odiar tanto a una persona al mismo tiempo. Se acercó mas a él y pudo sentirlo respirar a un ritmo lento, pacifico.
Lo amaba. Lo sabia, siempre lo supo. Sabia que él no era bueno, en absoluto. Pero aun así no planeaba alejarse de él, quería acompañarlo por el resto de su vida. Supuso que él lo deducía. Pues esa clase de cosas no es fácil de decir libremente...
Se acercó más a él y apoyó su cabeza en el pecho del príncipe. Escuchando los latidos de su corazón se fue durmiendo lentamente...pensando solo en una frase... «Te amo. Y por más que todo el mundo me diga que no eres una buena persona, yo te amo».
Elise cayó rendida ante el cansancio, y se durmió junto al hombre que amaba.

El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora