Capítulo IX

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Era sin duda uno de los días mas calurosos que Elise había presenciado en toda su vida. El clima era húmedo, y el aire era increíblemente caliente.

Por mas que Elise permaneciera quieta en su camarote del barco sentía las gotas de sudor caer lentamente por su rostro.

Tenia que admitir que dentro de su camarote estaba mas fresco que afuera en el barco, pero el calor los perseguía a donde quiera que fueran...

Habían pasado ya unos cuantos meses desde la muerte de Elia Martell, casi un año. Sin embargo, Symond decidió esperar hasta que las cosas se tranquilizaran para finalmente viajar a Lanza del Sol.

Su padre estaba afuera, en la proa, dando ordenes y conversando con la tripulación, Elise podía verlo desde una pequeña ventana en el cuarto.

La muchacha vestía un vestido color azul oscuro de una seda muy fina y fresca, de mangas cortas adornado por varios detalles de lunas blancas y soles anaranjados en estas y la cintura. Muy bonito.

Su cuerpo y su imagen había cambiado en el transcurso de este año, pues ahora era una mujer sin duda alguna. Su rostro se había refinado, y su cuerpo tenia la figura del de todo una mujer, no de una joven.

Llevaba el cabello recogido en una larga y brillante trenza, para sentirse mas cómoda ante aquel calor agobiante.

Ella se encontraba sentada en una silla de cuero, abanicándose con un libro de "Antiguas Recetas de Maestres y Herbolarios". «Que interesante...», había leído ese condenado libro mas de cuatro veces... Tenia el ceño fruncido, perdida en sus pensamientos.

No quería viajar, quería quedarse en su hogar junto a su madre en vez de ir a Lanza del Sol. Un lugar al que había ido de muy pequeña, pero poco recordaba de él.

Sin embargo lo hacía por su padre, quien sin duda alguna necesitaba viajar por la muerte de la princesa Elia. Se encontraba sumamente triste y Elise no lo podía culpar...

Él y el padre de Elia se conocían desde niños y prácticamente, habían crecido juntos. Ambos habían asistido a los nacimientos de mutuos hijos, y Symond les guardaba mucho cariño a los jóvenes Martell.

Elise pudo ver a su padre sentado afuera, solo, con esa tristeza que últimamente acompañaba sus ojos.

Decidió salir a acompañarlo, aunque apenas cruzo la puerta y el viento caliente chocó en su rostro, se arrepintió de su decisión...

Caminó por el barco hasta llegar a sentarse junto a su padre, el cual miraba hacia lo lejos, perdido en el azul oscuro del océano.

—Que calor...—comentó la joven, buscando conversación con el hombre. Y se sintió estupida ante lo obvio de su afirmación.

Este volteó con sorpresa para ver a Elise, y cuando sus ojos se encontraron, sonrió.

—Espero que lleguemos antes de la tormenta...—respondió Symond en voz baja.

Elise llevo sus ojos hacia el cielo, donde se encontraba el enorme y brillante sol. Simplemente no tenia la impresión de que llegara a haber una tormenta...

—Padre...Mira el sol, se alza orgulloso en el cielo, y con este clima no creo que llueva....

Su padre sonrió con ternura.

—Mi niña...Un calor como este, del que arrasa con todo y deja sin vida alguna, siempre es seguido por una tormenta. De esas lluvias frescas que traen vida a las tierras secas y rotas...—Symond sonrió ante sus palabras y Elise creyó encontrar otro significado en esas palabras...

El hombre se levanto de su lugar y se acerco hacia ella, para rodear con su brazo izquierdo los hombros de la muchacha.

Elise le dedico una sonrisa y tomó la mano de su padre que posaba en su hombro.

—Se que no querías venir mi niña, pero te agradezco que lo hagas...—admitió su padre con tristeza. Pero ya veras, los Martell van a agradarte. Son buenas personas...

Elise asintió. «Eso espero...».

Hubo silencio por unos minutos, hasta que su padre lo rompió.

—¿No los recuerdas verdad? —preguntó a su hija.

Elise negó con la cabeza y Symond sonrió tristemente.

—Elia solía cuidar de ti cuando eras tan solo una niña. Te cantaba canciones, te enseñaba a bordar...—Symond sonrió ante los recuerdos—. Le guardabas mucho cariño, y ella a ti. ¿De verdad no recuerdas?

Elise negó nuevamente. Su mente estaba en blanco, y ella hacia un esfuerzo por recordar.

Recordaba a Elia claro, pero no recordaba el haber estado con ella, o de lo que compartieron juntas.

Fue hace mucho tiempo...

—Te llevaba a pasear a caballo, a jugar en los Jardines del Agua, y eso que Elia era mucho mayor que tu. Sin embargo le encantaba pasar tiempo contigo —sonrió su padre y acaricio con cariño la mano de Elise.

—¿De verdad? —preguntó ella, sorprendida de lo poco que recordaba de su infancia.

Symond asintió.

—Eras pequeña...Tan solo cinco años, mientras que Elia casi diez y siete. Oberyn y Doran amaban tanto a Elia. Solían ser tan unidos de niños, me imagino que deben estar destrozados...—admitió su padre con dolor y frunció el ceño.

Elise acaricio la mano de su padre y le dedico una triste sonrisa. Intento recordar sobre Oberyn y sobre Doran, pero nada le vino a su mente.

Elise creía que no era una buena idea, que debería regresar cuanto antes a Doral...Pero, algo en su interior la alentaba a seguir...

En tan solo un par de días llegarían a Lanza del Sol, donde todo seria diferente a lo que esperaban...


El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora