Capítulo XIV

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Elise permanecía sentada en la mesa de su habitación, comiendo asado de cordero con papas y calabaza a la crema.

Cortó un pedazo de cordero y lo metió en su boca, no tenia tanta hambre como para comer todo el plato, pero la comida estaba tan deliciosa que no importaba.

La joven llevaba puesto el mismo vestido que usó al llegar a Lanza del Sol, y usaba el cabello suelto arreglado con detalles de trenzas.

Miraba por la ventana a las niñas que corrían y jugueteaban por los jardines, gritando sus nombres y llamando a quien, Elise creyó escuchar, era su padre. La imagen le trajo recuerdos de cuando ella tenía más o menos esa edad, y se escapaba del castillo de Doral. No pudo evitar sonreír.

Escuchó que alguien golpeaba la puerta de su habitación y se levantó rápidamente de su asiento dirigiéndose hacia esta.

Pensó en quienes podrían presentarse en su habitación. Y deseaba a una persona en particular...

—¿Quién es? —preguntó ella algo preocupada y sorprendida antes de abrir. No estaba acostumbrada a recibir personas en su habitación, y menos a la hora del almuerzo.

—¡Soy yo Elise, tu padre! ¿Quién más podría ser? —respondió Symond, algo disgustado y extrañado.
Elise buscó la llave que estaba sobre la mesa y comenzó a abrir la puerta lentamente, sonrojada ante la idea de quién además de su padre se podría presentar en su habitación...

Abrió la puerta e inmediatamente su padre entró. Y por la manera en que caminaba, Elise dedujo que no se encontraba de buen humor. Conocía a su padre más que a ella misma.
—Buenos días padre...—dijo ella, algo nerviosa y frunciendo el ceño.

—¿Buenos? ¿Qué tienen de buenos? —respondió Symond y dejo escapar un bufido.

—¿Qué ocurre? —preguntó Elise, preocupada.
—¿Acaso tu sabías que Martell ha regresado de su cacería hace dos días? —preguntó su padre furioso, mirando fijo a los ojos de su hija.
Elise frunció el ceño nuevamente, sorprendida.
—No, no lo sabía. ¿Cómo te has enterado? —preguntó la muchacha.
—He escuchado a uno de los sirvientes mencionarlo. ¡Esto es ridículo! —dijo su padre en casi un grito.
—Padre, no sabes si es verdad. Doran nos ha dicho que él te avisaría apenas su padre se presentara en el palacio...—dijo Elise buscando calmar a su padre.
—¡Lo se! Por eso fui a verlo, y me ha dicho que su padre le pidió encarecidamente que no me informara...—respondió su padre, enfurecido.
Elise no supo que decir, y frunció el ceño sin entender.
—¿De verdad lo dices? —preguntó ella, perpleja.

—¿Crees que soy capaz de bromear con esto? —preguntó él, con aquel tono serio y enojado en su voz que le traía recuerdos de su infancia.

Elise negó con la cabeza, avergonzada.

Hubo silencio por un rato, hasta que Elise lo interrumpió.

—¿Y qué piensas hacer? —preguntó ella.

—No lo se, de verdad que no —respondió Symond.

—Deberías hablar con él, frente a frente —dijo Elise, en voz baja.

Su padre frunció el ceño, pensativo.

—Podría ser una opción...—dijo y se llevo una mano a la cabeza, enojado.

—Debe de ser un malentendido padre... Estoy segura.

—Eso espero, Dioses qué si —admitió Symond—. Iré ahora mismo, ¿te parece? —preguntó. Elise asintió.

—Cuanto antes mejor...—sugirió la joven y le abrió la puerta a su padre para que este pudiera salir.
Él asintió y se dirigió hacia la puerta. Justo antes de salir, se volvió hacia Elise y le dio un beso en la frente.
—Cuídate mi Sol...—dijo él, ya más calmado y se fue de la habitación.
Elise quedó sola, otra vez, pensando en lo que su padre acababa de decirle. Le parecía sumamente extraño...¿Porqué el mejor amigo de su padre, quién lo conocía desde su niñez, no querría verlo? Era algo insólito.
Abrió la puerta, y salió con rumbo al salón. Iba a paso ligero. Con el ceño fruncido, perdida en sus pensamientos.
Y al llegar se topó con Doran, quien se encontraba conversando con una anciana de baja estatura y cabello cano. La mujer tenía ojos oscuros y gráciles.
Los dos intercambiaban palabras y Elise se acercó a ellos.
—Buenos días —dijo ella, sonriendo.
Doran volteó sorprendido e intrigado, y al verla sonrió.
—Buenos días Elise, es un gusto verte —admitió el príncipe—. Te presento a Sella, es una herbolaria muy conocida en Dorne. Tu me habías mencionado lo mucho que te interesaba la creación de bálsamos y pociones, así que la he llamado para que te enseñe un sobre el tema... Sella es una muy buena maestra, y esta predispuesta a ayudarte con lo que sea necesario.

Elise quedó boquiabierta. Y sonrió muy entusiasmada.

—¿De verdad? —preguntó la joven, sin creerlo.

Doran asintió, sonriente.

—Por supuesto. Sella, ella es Elise —dijo Doran, haciendo un gesto con ambas manos, en forma de presentación.

—Es un placer Milady...—dijo la anciana con un hilo de voz, una voz dulce aunque algo rasposa.

—Lo mismo digo...—dijo Elise y le dedico una sonrisa a la anciana mientras miraba fijo a los ojos del príncipe Doran.

No podía creer que él hubiera hecho algo así por ella. Parecía tan desinteresado, alguien tan serio e introvertido.

«Es tan diferente a Oberyn...En todo».

—Sella, dirígete a la biblioteca, luego adentro ve por el pasillo a la izquierda y encontraras todo lo que necesites —dijo Doran autoritario, pero cortés. Como siempre.

—Por supuesto Alteza...—dijo la mujer, y le sonrió al príncipe. Luego hizo lo mismo con Elise.

Cuando la anciana desapareció por completo en las escaleras, Elise habló.

—Doran, te lo agradezco de verdad... Nunca nadie había hecho algo así por mi... Enserio, lo aprecio. Yo-—quiso seguir, pero se vio interrumpida por el príncipe.

—Elise, no te preocupes. No era ningún esfuerzo para mi hacerlo, y me gustaría que puedas disfrutar de algo mientras tengas la oportunidad —dijo él, acercándose hacia la joven.

—Aun así... Te lo agradezco mucho —dijo ella sonriendo, algo intimidada.

 Te lo agradezco mucho —dijo ella sonriendo, algo intimidada

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—No hay de que. Ahora, ve hacia arriba con Sella. Y cuídate...—dijo él, y le sonrió de manera amable.

Elise asintió, ¿era acaso una costumbre para todos decirle que se cuidara? Luego

Quería abrazarlo, agradecerle por lo que había hecho. Compensarlo de alguna forma. Pensó en la cantidad de venenos, pociones, perfumes que podría aprender a preparar...

«Podría preparar un perfume para él, o algo por el estilo...».

Cuando llegó a la biblioteca, la mujer la estaba esperando sentada en una mecedora de cuero. Al frente había un laboratorio de alquimia con una cantidad exuberante de ingredientes.

—¿Empezamos ya, milady? —preguntó la anciana, levantándose rápidamente.

—Cuanto antes, mejor...—respondió Elise, sin dejar de sonreír.

*Gracias por haber leído el capítulo :) significa mucho. Si pueden y quieren, pueden comentarme sobre que crees que pasará en el futuro de la historia: posibles finales, lo que se les ocurra. Me gustaria saber sus opiniones :3. Gracias *


El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora