Capítulo XXX

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Elise observaba sentada ,en un banco, a las niñas corretear por los jardines.
Aquellas carcajadas inocentes y divertidas inundaban el ambiente de alegría a pesar de la reciente y desafortunada muerte del gobernante de Dorne. Sin embargo, Elise se sentía en paz con la imagen de las niñas felices...
El sol se mostraba sobre ellos en un día muy bello, perfecto para bañarse en las piscinas. La muchacha llevaba puesto un vestido anaranjado de mangas cortas y bastante holgadas. El mismo dejaba su busto un poco al descubierto. Estaba hecho de una seda delicada con bordados dorados que llegaba hasta los tobillos en una forma que entallaba su figura. Además, llevaba su cabello suelto. El cual caía sobre sus hombros en cascadas de color castaño claro, brillante.
—Elise, ven a jugar con nosotras —pidió Arianne mientras las demás niñas corrían y se tiraban agua unas a las otras, soltando risitas agudas.
Elise sonrió y dejó escapar una risa.
—Esta bien Arianne, jueguen ustedes preciosa...—respondió la muchacha con una sonrisa. Pues la verdad era que no tenía mucho ánimo para mojarse en absoluto. Hacia calor, sin duda, pero simplemente no quería hacerlo.
Arianne sonrió y alzó los brazos en un gesto de no darle mucha importancia.
Elise permanecía sentada observando a las pequeñas cuando una mano se posó en su hombro.
—Buenos días —dijo Oberyn dándole un beso desprevenido en los labios —. ¿Cómo has amanecido?
Buenos días, muy bien, ¿y tu? —preguntó ella mordiéndose el labio y esbozando una sonrisa pícara.
—Más que bien, he soñado contigo toda la noche —admitió el príncipe sentándose al lado de la muchacha y acercándose a ella. Elise dejó escapar una risa.

—Las niñas parecen haber olvidado lo de tu padre de momento —dijo ella tornándose algo seria—. Me reconforta pensarlo.

Oberyn se tornó serio también.

—Si, hablando de eso...—Oberyn la miró a los ojos con demasiada neutralidad, incluso para él.

Elise se preocupó ante el cambio de tono y frunció el ceño con desconfianza.

—¿Qué ocurre? —preguntó intrigada.

—No te preocupes, no es algo malo —afirmó Oberyn para tranquilizarla, con una sonrisa de lado—. Doran y yo hemos decidido organizar una celebración en honor a mi padre y además Doran se convertirá en soberano de Dorne. Es lo que corresponde hacer... —replicó Oberyn de mala gana.

—No te entusiasma la idea, por lo visto —afirmó Elise sonriendo y abrazando al príncipe con ternura. Oberyn la rodeó con su brazos y ambos permanecieron así. Luego él dejó escapar una carcajada.
—En absoluto, ¿es muy obvio? —preguntó Oberyn riendo entre dientes. Ella asintió mientras apoyaba su cabeza en el cuello del hombre y reía.

—Algo... —respondió—. ¿Quienes vendrán?

—Doran quiere que sea algo discreto, pero yo creo que deberíamos invitar a todas las casas mayores de Poniente. ¿Qué opinas tú?

Elise se sorprendió ante la pregunta. Pues no creía que su opinión era importante, en absoluto, sobre asuntos políticos para el príncipe Martell.

—¿Qué qué opino yo? —preguntó ella en respuesta—. Pues, nuestra situación con el resto de los reinos no está nada bien como para que invitemos a, no se, ¿el rey y su familia? Además, la reina está embarazada, por lo que escuchado. Y no creo que esté dispuesta a viajar en su condición.

Oberyn hizo una mueca.

—Un pequeño Lannister en camino —su gesto era de asco—. Tienes razón, no sé porque pensé en invitar esa escoria a Dorne...

Elise frunció el ceño algo disgustada.

—Por lo que tengo entendido, el rey sigue siendo Baratheon. Por lo tanto su hijos también lo son

El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora