Capítulo XXIX

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Al estar de regreso en Dorne se encontraron con un clima sumamente caluroso, como de costumbre. El olor a humo se podía a distinguir a una larga distancia del puerto, junto con los murmullos de las personas que vivían allí.

Elise había extrañado tanto Lanza del Sol durante estos últimos meses, mientras se encontraba en sus viajes en las Ciudades Libres. Había de conocido las ciudades de Norvos, Braavos, Pentos, Myr, e incluso una parte de Tyrosh. Era más de lo que alguna vez llegó a imaginar que conocería... Pues Oberyn quería que ella conociera lo mayor posible de Essos, y él se aseguraría de ello...

Su ciudad favorita había sido Braavos, seguida por Myr. Pues a pesar de aquel misterioso incidente en el pórtico, le pareció una ciudad sorprendente. La joven pensó en eso durante casi todo el tiempo del viaje de regreso. No podía descifrar el significado de aquellas palabras, o tal vez...no quería hacerlo. No estaba dispuesta a aceptar lo que ello significaba.

Sin embargo el pensamiento quedó retumbando en la cabeza de la muchacha, y no pudo evitar relacionar las palabras de aquel niño braavosi, o lo que quiera que fuera aquella criatura con sus recientes discusiones con el príncipe. "...-si uno duerme con víboras, estas van a terminar mordiéndonos...-".

«Oberyn». Fue el único pensamiento que cruzó su mente en aquel instante.

¿Qué había sucedido aquel día? Oberyn no era él, no como ella lo conocía. Sus ojos nunca habían estado tan llenos de ira, de deseo de venganza. Un escalofrío recorrió su espalda ante aquel pensamiento. «No fue en serio. Sus palabras no eran literales...¿o si?». La duda la carcomía por dentro como un veneno lento y agonizante.

«Elise, él es un buen hombre, no seria capaz de matar a unos pequeños niños Lannister. Se estaría poniendo a la misma altura que los asesinos de Elia y sus niños... ». Y...¿que si así fuera?¿Qué si al príncipe Oberyn Martell no le importaba en absoluto convertirse en un asesino de inocentes? La idea le causó un revoltijo en el estomago. Pues, ¿ella estaría dispuesta a vivir con un hombre así? Lo amaba, no había duda sobre ello, pero, ¿podría besarlo, dormir junto a él o incluso engendrar hijos con él sabiendo lo que hizo? Prefería no preguntárselo dos veces...

Sin embargo, ella y Oberyn no intercambiaron muchas palabras en el barco, y se podía ver desde lejos la tensión entre ambos. Aunque afortunadamente, las niñas no parecieron demostrar interés en eso.

Elise fruncía el ceño mientras miraba hacia el mar por la ventana de su habitación en el palacio de Lanza del Sol. Si seguía pensando tanto su cabeza explotaría, si es que eso era posible...

Al llegar, Oberyn se había retirado para cuidar de su padre junto con Doran, pues el hombre no se encontraba nada bien según lo que ella había escuchado. Y dado que Elise solo quería irse a su habitación a estar sola y alejarse de todos los malditos Martell, eso fue la escusa perfecta.

Quería ver a sus padres, a su tío, volver a Doral. Así todo seria mucho más fácil... «Solo estás en un mal momento, no hagas nada de lo que luego te vas a arrepentir Elise...». Su debate interno le ponía los nervios de punta. Y Elise apretó su puño con fuerza, su cabeza le dolia como nunca antes.

Decidió acostarse en su cama a descansar un poco. Y justo en aquel momento alguien tocó a la puerta de su alcoba. Ella dio un resoplido. «Justo cuando decido recostarme alguien se le ocurre molestarme». La muchacha se levantó de la cama de mala gana y caminó con rumbo a la puerta. Abrió con delicadeza la puerta y contempló con sus ojos marrones a quien se encontraba del otro lado: Doran.

El príncipe lucia algo desarreglado. Unas ojeras cubrían los alrededores de sus ojos, su cabello estaba despeinado. Sin embargo, lucía bastante apuesto.

El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora