Capítulo XXXX

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Elise observaba atentamente las dos copas de vino vacías frente a ella. La botella del Rejo las acompañaba justo detrás, entre medio de ambas.

Ella jugueteaba temerosa con un pequeño frasco de vidrio que tenía entre sus manos, el solo hecho de tener semejante cosa la hacia sentir mal. La carcomía la duda, el miedo, el enojo con sigo misma. Todo se mezclaba en su estómago causándole una de las peores indigestiones que había tenido en su vida.

Oberyn llegaría en cualquier momento de sus entrenamientos y entonces ella ya no tendría otro momento en el cual lograr su cometido.

Inhaló de forma profunda y finalmente, con toda la culpa y dolor del mundo, dejó caer un par de gotas en una de las copas (la de la derecha).

Luego tomó la botella de vino y sirvió hasta la mitad en ambas.

Tomó la de la izquierda y bebió unos cuantos sorbos con mucho ímpetu. Un mareo leve y repentino se apoderó de su cuerpo rápidamente.

Sentía que sus extremidades temblaban, sus ojos se humedecían y sus labios estaban resecos. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza cuando escuchó pasos aproximándose por afuera de la habitación. «Oberyn -pensó la Dorlaihs y sus nervios aumentaron notablemente».

Respiró y pensó en que la decisión estaba ya tomada. Se levantó de su asiento con la copa de vino sobre su mano y se dirigió hasta las ventanas de la habitación para contemplar la noche estrellada frente a ella. Allí fue cuando escuchó la puerta abrirse, y Elise volteo para encontrarse a lo que esperaba: Oberyn Martell.

El príncipe la observaba esbozando una leve sonrisa, sus ojos negros se encontraban algo fatigados pero seguían tan brillantes como siempre.

—Buenas noches Lady Dorlaihs...—dijo él y se acercó a la muchacha para rodearla en sus brazos.

Ella se dejó envolver sin ninguna objeción, pues quizás este sería uno de los últimos abrazos que compartiría con él...

—Buenas noches mi príncipe —replicó en voz baja.

La culpa la estaba comiendo viva, todo en ella se sentía impotente, acobardado.

—Luce muy hermosa esta noche...

—Al igual que usted —admitió, con toda la honestidad del mundo. Mirándolo a los ojos, inspeccionando sus facciones, Elise se percató de lo apuesto que era, de lo mucho que lo amaba —. ¿Quieres vino?

Oberyn sonrió.

—Por supuesto, aunque me encuentro más sediento de otro tipo de...bebida —replicó en tono picarón.

Elise sonrió algo nerviosa, pero haciendo el mayor esfuerzo por no demostrarlo.

Se alejó de Oberyn para buscar la otra copa que había dejado sobre la mesa y la tomó para finalmente depositarla en las manos de su amado.

Oberyn agarró la copa con firmeza y bebió unos cuantos tragos.

Elise tragó saliva.

«Es lo que debo hacer, ya no hay marcha atrás... ».

—¿Cómo has estado? —preguntó él acercándose para besarla tiernamente. Elise se estremeció al sentir sus labios sobre su piel.

—Bien, me he sentido algo descompuesta estos días. Pero ahora estoy mejor... ¿Qué hay de ti?

Oberyn la miraba fijamente a los ojos.

—Yo me encuentro bien, aunque el entrenamiento de hoy ha sido intenso, pero ya está teniendo sus frutos. Y eso es algo que me alegra...

El Sol de DorneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora