La Decisión Maldita I

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Año 853 durante el reinado de Nicodelo I

Tras retener a la calamidad Cassandra y Nicodelo se juntaron. Conformando el nuevo linaje de Aquios por esos tiempos. Tres años después ocurrieron importantes sucesos en Aquios.

—Buenos días... —dijo desperezándose

—Buen día Cassandra —la miró abrochándose su chaleco—Si quieres quedarte acostada un rato más puedes hacerlo —sugirió

—No, me levantaré y haré las labores correspondientes —se levantó de la cama y comenzó a vestirse

Salió de la habitación lentamente, saludando a los guardias y se dirigió a ver a su hija Maira, la cuál aún dormía. 

Nicodelo se acercó a su trono y comenzó a charlar brevemente con los guardias. Posteriormente llegó un mensajero.

—El Imperio Oeste sigue reconstruyéndose, dependen incluso de materia prima del nuestro, se ha podido llegar a un trato y el rey de Denkra ha mandado guardias a comprar en la frontera.

—La mayor humillación, ¿no? —respondió Nicodelo riéndose junto al guardia

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Cassandra se dirigió hacia las afueras del castillo. 

Al caminar cerca del sótano lo observó brevemente, y comenzó a escuchar murmuros exasperantes e inentendibles. Los mismos disminuyeron cuando ella dejó de mirar hacia el mismo. El nerviosismo la invadió durante unos segundos aunque ella ignoró la situación.

Se dirigió con su cesta hacia el forestal que rodeaba Aquios, el cuál estaba colmado de árboles manzaneros. Y comenzó a recoger manzanas.

—Hola Reina Cassandra. —dijo cautelosamente un hombre que se encontraba en el árbol de al lado.

Cassandra hizo caso omiso y sin responder continuó recolectando manzanas en su cesta. 

Él era un hombre adulto delgado y un poco más alto que ella. Vestía una camisa blanca algo desgastada y un pantalón negro largo junto a unas zapatillas marrones. Se veía algo descuidado al igual que su pelo, que no era tan largo pero estaba despeinado. Aunque sus ojos eran de un color llamativo, tan azules como el océano y acompañados de una expresividad vulnerable e inofensiva.

—¿Cómo le lleva el labor en el pueblo? —preguntó tartamudeando

—Es la vida que toca llevar —lo miró unos segundos recogiendo otra manzana y colocándola en la cesta.

—¿Acaso hay algún problema con ello? —preguntó indagando

—Nada que un ciudadano deba saber —dijo seriamente mirando nuevamente el árbol.

—Me llamo Enrique, es un placer conocerla.

—¿Por qué tiene tanto interés en hablar conmigo, Enrique? —se detuvo y lo miró.

—Necesitaba hablar con alguien —dijo cabizbajo—. Disculpe la molestia.

—Nicodelo es celoso y bastante persuasivo. Podrían matarte por solo hablar conmigo —respondió seriamente.

—Estoy solo desde que llegué a este mundo, Cassandra. No importaría demasiado.

—¿A qué te refieres? —preguntó intrigada y siguió recogiendo fruta.

—Soy totalmente huérfano, nunca supe quiénes son mis padres.

—¿Eso tiene algo que ver respecto a hablar con desconocidos? —dijo con indiferencia.

Saga de Hechicería: La Sangre MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora