La Salvación de Aquios I

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Año 851, durante el reinado de Marco VI. El cual precedió a Nicodelo I.

—El Oeste no se rinde, amada —dijo preocupado, mirándola a los ojos.

—¿Otro pueblo más ha sido destruido? —preguntó Cassandra, observando desde el altillo del castillo hacia el horizonte.

Era una noche estrellada, templada y pacífica, con una leve brisa. Los pueblerinos se preparaban para su primer sueño.

—El pueblo de Lathern fue atacado en la tarde... —apoyó su mano contra la sien y se frotó—. Probablemente no tardarán en llegar aquí —respondió desconcertado.

—Nuestro ejército es fuerte, no hay de qué preocuparse...

—No es suficiente, ellos nos ganan en números... Los preparamos para luchar, pero no sé cuánto resistirán —se mordió el labio inferior con frustración, mientras miraba fijamente al horizonte.

—Cierra todas las entradas, Marco —respondió Cassandra.

—Podríamos morir por la mañana... Las señales que han marcado no son casualidad. Tienen un gran ejército mágico —confesó ansioso.

—¿Perderemos...? —preguntó, pausándose brevemente—. Si es así, ya no queda más que esperar la muerte. Vayámonos, Marco —dijo nerviosa.

—¿A qué te refieres?

—Moriremos, no podemos salvar a esta gente.

—¿Estás hablando de traicionar a nuestro pueblo? —preguntó asombrado, mirándola a los ojos.

—¿Qué oportunidad tenemos? ¡No quiero morir!

—Significas todo para mí, pero no puedo apoyar una decisión así, Cassandra —respondió.

—Nuestra hija nos necesita —apoyó su mano sobre la mejilla de Marco, acariciándole la misma.

Él suspiró correspondiéndole. Pensativo, respondió tras unos segundos.

—Cuando todos duerman... —la miró unos segundos.

Quitó las manos de las barandas de piedra que formaban la protección del altillo, y a continuación se dirigió a su habitación a paso firme.

«Cuando todos duerman... », escuchó en el pensamiento el poderoso brujo dóthico Nicodelo, quien vigilaba la entrada junto a su ejército de brujos a las afueras de Aquios.

«Esta es la oportunidad perfecta, el rey planeando abandonar al pueblo. Es de tomar este glorioso elixir y obtener el poder total, destronando al rey soberano», pensó observando disimuladamente hacia el ejército mágico que comandaba.

—En fila, ejército... —ordenó decidido—. Tengo noticias —volteó hacia ellos.

Todos se organizaron rápidamente, observando a Nicodelo.

—Los reyes han decidido destituirse de su rango y traicionar al pueblo. Escaparán por la noche, cuando el pueblo esté en sueño profundo... —explicó con firmeza—. Lo que significa que Aquios quedará libre por completo.

Todos los brujos del ejército comenzaron a sonreír.

—Y les tengo una propuesta... una que no podrán rechazar —alzó las palmas de sus manos y, apuntándolas hacia el ejército, pronunció—: Morte tală de sânge.

Al instante, todos los brujos murieron súbitamente, cayendo al suelo.

Nicodelo observó los multitudinarios cadáveres en medio de un suspiro. Se acercó lentamente a uno de ellos, tomando en sus manos la cuchilla que llevaba en el lado izquierdo de su pantalón. Sujetó el brazo derecho del cadáver y a continuación le provocó una herida. Acercó el frasco del elixir, dejando chorrear dentro del mismo un poco de sangre.

Saga de Hechicería: La Sangre MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora