La Decisión Maldita III

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—No sería necesario Enrique —dijo mirándolo a los ojos y él la soltó lentamente.

—Cassandra... —se pausó un momento— Siempre creí que por algo vine a esta vida. Siempre me siento en la noche, observo las estrellas y pido una respuesta —sonrió brevemente¿Sueno muy místico?.

—Sí, pero esa razón que buscas creo que ahora ya la conoces —miró hacia un costado.

—¿Mi magia? —dijo agachándose y recogiendo un poco de tierra— Me ha dado muchas lecciones, estoy muy agradecido. Înflorește de viață— Pronunció y rápidamente florecieron unas hermosas Dalias. —le acercó la mano con la flor, y ella la agarró.

—Gracias Enrique, son muy bonitas —sus ojos comenzaron a ponerse llorosos.

—Disculpe, ¿la incomodé en algo? —dijo ante la mirada angustiada de Cassandra.

—No Enrique. —miro hacia un costado— Mi vida no ha parado de pasar de una desgracia a otra, y no soy feliz.

—¿Qué sucede Cassandra? —la miró confundido.

—Todo iba bien hasta la guerra contra el sur... Cuando ya no teníamos salida, mi amado y yo planeamos escaparnos —cubrió sus ojos con su mano.

—Esa noche yo estaba escondido en el costado de una cabaña sin que nadie me viera. Tenía mucho miedo. Nicodelo dijo que Marco se había rendido e iba a escaparse, entregándonos.

—No era así. Yo lo había convencido de eso, Enrique. El Oeste tenía un arma mucho más poderosa que un conjunto de soldados, magia. Una muy diferente a la que tenemos nosotros por nuestra sangre. Nicodelo llegó —se pausó un momento— y mató a mi amado, le arrancó su vida así sin más... No me pude despedir —sus labios se fruncieron de angustia comenzando a llorar.

—Cassandra, yo lo siento mucho —dijo cabizbajo.

—Hasta ahora solamente me he sentido un objeto de placer, siento que estoy todo el tiempo en un estado de trance del cual no puedo reaccionar. Solo tengo una única razón de ser, mi hija.

—Disculpe mi pregunta, pero me ha dado entender que usted no lo ama —la miró a los ojos.

—Tengo miedo Enrique. No estar con él sería peor, la vulnerabilidad del pueblo... la lepra que comenzó a azotarnos. Solo quiero vivir y ver a mi hija crecer, haría todo por ella. —secó sus lágrimas.

—Es una mujer muy valiente, Cassandra. —dijo arrodillando una pierna y sosteniéndole la mano, a continuación le dio un pequeño beso en la misma.

—Gracias Enrique, eres muy considerado. 

—Como usted conmigo —respondió agradecido.

—Debo irme, Nicodelo comenzará a buscarme. No quisiera que nos encuentre. Podría enfadarse conmigo y... —cortó la conversación— Adiós Enrique, después te llamaré con el collar para enseñarte la cabaña. 

—Cassandra... —susurró y ella le ignoró.

«¿Sangre behárica? ¿Para qué, si no puedo hacerle honor ni hacer justicia? Sé que puedo hacer que valga la pena», pensó Enrique.

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Enrique se dirigió más al centro del pueblo y pudo notar que se encontraba el General entrenando a su ejército, se acercó a hablar con el mismo.

Saga de Hechicería: La Sangre MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora