La Decisión Maldita II

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—Me asusta la idea de solo pensar... —dijo temblorosa— ¿No hay forma de poder destruirla?

—Lo desconozco, Cassandra. —se pausó un momento— Pero me intriga saber todo lo que podría causar. Porque nosotros no somos tan importantes en este momento... sino nuestro futuro.

—Espero mi hija no sea tocada ni mis generaciones —dijo entristecida

—No lo creo. En este momento no hay nada que podamos hacer al respecto.

—Señor... —un guardia entró rápidamente al trono— Disculpe la interrupción, una mujer... 

—Lo hemos visto todo, David. —interrumpió y respondió

—Saquen el cuerpo del pueblo con cautela, no sabemos que tan contagiosa podría ser la enfermedad —lo miró fijamente y él se retiró asintiendo con la cabeza

—Hoy al pasar por la puerta del sótano, miré hacia ella —dijo nerviosa— pude escuchar unos murmuros pero no entendí ni una sola palabra.

—Fui a comprobar que la calamidad siguiera allí, y lo está. Los murmuros son su energía nada más, me hace pensar que podría adoptar distintas formas e incluso físicas.

—¿Convertirse en una humana? —preguntó atónita

—Si estuviera libre, sí. Podría hacerlo de forma temporal... creo que sé la bestia que es. Leí demasiado como para no entenderlo a estas alturas. —la miró fijamente a los ojos y remojó sus labios

—¿Qué es esa cosa?

—Una sácrifo hembra... —miró hacia el costado— Una especie de demonio, hay pocas cosas que estas calamidades no puedan hacer. Por mucho tiempo creí que no existían, jamás se había registrado uno... Excepto en leyendas.

—Nunca había escuchado esa palabra en mi vida —respondió meneando con la cabeza lentamente.

—Leí un poco sobre ellos, pero no logro descifrar la formula para acabar con el monstruo. Mezclamos nuestras sangres de forma antinatural, pero de nada sirve lamentar lo cometido. Engendrar fue el mayor problema.

—Debe haber alguna forma...

—Volveré a leer más libros en el área de alquimia, investigaré al respecto... el pueblo sigue en total paz a excepción de este incidente. Hay una especie de lepra que está afectando a personas individualmente, como un juego de azar.

—No puede avanzar más, tiene que haber alguna forma de detenerlo.

—Intentaré buscar una solución. El Oeste está comprando mercancía en nuestras fronteras, no atacarán próximamente. Los soldados están entrenando y los pueblerinos están cumpliendo con sus tareas. Creo que me dedicaré a ello Cassandra.

—Está bien, yo seguiré con mis labores. —lo miró— espero no suceda ningún incidente más.

—Esperemos... —dijo retirándose del trono.

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Cassandra observó a Nicodelo entrar al área de alquimia desde el altillo, a continuación se dirigió a su habitación y abrió uno de los cajones de su armario. Sujetó un collar del árbol de la vida, y se lo colocó en el cuello. 

Sigilosamente se dirigió a la cocina y le ordenó a los guardias que se retiraran un momento. Ella agarró dos trozos grandes de carne de cerdo de su salazón y los envolvió en una fina tela blanca limpia, posteriormente lo colocó en su bolsa, también guardó dos piedras de pedernal.

Saga de Hechicería: La Sangre MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora