Misterios Oscuros I

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—Él... —se pausó un segundoMe dejó Adriano —su cuerpo no paraba de temblar.

—Lo siento mucho —respondió mientras sus ojos se comenzaron a poner llorosos—. Sé que siempre estaré agradecido con él por lo que hizo por mi.

Nicodelo y Henry no dijeron ni una sola palabra. El momento era tan intenso que no había nada que pudieran decir.  No había forma de consolar un dolor tan intenso.

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Unos días despues...

—Buen día. —la miró a los ojos— ¿Cómo amaneciste hoy?.

—Me siento un poco mejor Adriano. Al menos no me desperté a mitad de la noche tratando de contener la angustia —respondió débilmente.

—Todo estará bien, solo deja que el tiempo pase. Alysa, últimamente no he podido parar de pensar, tengo muchas dudas. —miró hacia el techo de la cabaña.

—¿Cuáles, Adriano?

—El por qué sucedió todo esto... por qué casi muero. Mi cabeza no me deja en paz.

—Adriano... —se pausó un momento apoyándose sobre su pecho y mirándolo a los ojos— Hiciste consciente tu magia —suspiró—. Yo tampoco sé cómo se me pudo pasar por alto durante tanto tiempo algo tan evidente.

—¿Por qué nunca antes me di cuenta de ello?

—La magia es como un sentimiento, si no la logras sentir o llegas al extremo de hacerlo, nunca la descubres. —respondió

—Cuando te vi muriendo sentí una gran impotencia, como nunca antes. —la miró fijamente

—Tu instinto behárico estaba haciéndose presente. Probablemente porque toda tu vida solo pensaste en entrenar, asesinar... En anular tus sentimientos e ignorarlos para ser fuerte.

—Nunca renegué de ello, siempre lo acepté. Pero sigo sin entender por qué al salvarte casi muero, ¿no se supone que la sangre behárica es para ayudar?. —preguntó confundido

—Aquella vez cuando me hiciste tomar la bebida letal... —se pausó unos segundos— Generaste una maldición, que rebotó de mí hacia ti. Sé que no utilizaste tu magia, pero fue por causa de la Profecía de Behar. Sabes que hay algo diferente en mi, porque yo tengo un propósito encargado.

—Entonces yo estaba destinado a morir desde aquel día, solo era una cuenta regresiva.

—Sí, Adriano. Incluso el anciano de mis visiones me lo había dicho pero nunca lo había logrado entender. Hasta que te escuché aquel día, cuando me hablaste desde la guillotina. Ahí lo supe... también sentí que te perdía —le acarició la mejilla suavemente.

—No sé que me pasa Alysa, me siento muy sensible últimamente.

—Entiendo que el instinto behárico ahora te haga sentir fuertemente, pero puedes controlarlo.

—Es como un vaivén de emociones —respondió frustrado.

—Tienes que encontrar un equilibrio. Si te dejas consumir por el instinto, no podrás actuar de la manera mas correcta... —le dio un pequeño beso—. Nadie es tan débil ni tan fuerte realmente, solo encuentra un punto medio, es la única forma.

Ligeros golpes sonaron en la puerta de la cabaña

—¡Adriano! ¡Alysa! ¡Muevan el trasero de una vez! —gritó Henry— ¡Nicodelo los está esperando!.

Saga de Hechicería: La Sangre MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora