Misterios Oscuros IV

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Tras reaccionar Adriano en el suelo, Alysa le contó en detalle todo lo sucedido. Ese mismo día, el cadáver de Nicodelo fue llevado al sótano por órden de ella.

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Unos días despues

Enrique se encontraba parado en el centro del pueblo, erguido y denotando diplomacia. Su cara seria transmitía una grande pero sabia autoridad.

El pueblo estaba reunido también allí. Los rumores se habían ido corriendo de boca en boca y los pueblerinos estaban desesperanzados sobre la victoria de Redem contra el Oeste tras el asesinato de Nicodelo.

—Enrique Siegfried es mi nombre... —exclamó a gran voz para que todos le escucharan.

Era imposible ignorar la presencia del hombre. Su gran capa negra junto una túnica del mismo color en conjunto de zapatos de cuero lo hacían ver elegante. Aunque su cuerpo delgado y alto marcaba fuertemente una presencia de autoridad. El collar de la vida en su cuello brillaba casi como diamante con el reflejo de la luz solar.

Todos lo miraron intrigados y él continuó su discurso.

—Nací en estas tierras, para mi, tienen un valor inexplicable —miró brevemente hacia el castillo—. Sé todo lo que sufrieron por causa de Nicodelo y su linaje, ustedes y sus antepasados. Los sacrificios, la sangre derramada y las injusticias, toda la falta de libertad —se pausó un momento—. En principio, creo que merecen saber la verdad sobre la enfermedad que los acecha. La sangre mágica no es la culpable de la lepra.

Todos comenzaron a murmurar y la inquietud se hizo presente rápidamente entre la muchedumbre.

—He destronado al Rey Nicodelo V de Redem, y asumiré el trono sin excepción. No permitiré que nuestra tierra sea destruida.

Enrique arrodilló una pierna y hizo una reverencia ante el pueblo. Tras unos segundos, levantó la mirada.

—Juro lealtad eterna por este pueblo. Amar esta tierra por encima de mi mismo, morir por ella si fuera necesario —dijo honestamente anteriormente a ponerse de pie.

—¿Crees que sea buena decisión Adriano? —susurró.

—Solo escúchalo hablar, no hay punto de comparación respecto a Nicodelo.

—Tengo algunas dudas, aunque vi sus recuerdos... —lo miró seriamente

—Alysa Diamanti  —la miró ante la cara sorpresiva de la misma. —Bruja behárica que salvó al pueblo de Redem ante los primeros ataques del Oeste.

Ella asintió con la cabeza mirándolo dudosa.

—Adriano Areleous, soldado que luchó por salvar la integridad del pueblo durante el último ataque enemigo.

Adriano también asintió e hizo una pequeña reverencia.

—General Henry Strok, quién entrenó a sus hombres y también luchó por su pueblo, para mantener la integridad del mismo.

Henry lo miró nervioso recordando su complicidad con Nicodelo. Ya no tenía otra alternativa que asumir el rango del nuevo Rey de Redem y acatar sus órdenes.

—Soy brujo behárico —confesó. Pido amablemente que todas las personas que sean de sangre behárica, se acerquen a mí sin temor.

Lo miraron en silencio y no obtuvo respuesta.

Saga de Hechicería: La Sangre MágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora