«Maldita bruja behárica», pensó Nicodelo enojado. «No la creía así, tan traicionera...» «Abandonar un trono, no quedarse ni siquiera por los sentimientos. Debería haberla matado en la horca».
«Quedan muchas brujas beháricas en el pueblo capaces de hacer muchas cosas», escuchó un sutil susurro en el oído sin prestar atención. «Podrías reducir la ira del sácrifo y calmar su sed», la voz intentó hacerse pasar por un pensamiento propio.
«Ninguna bruja más me engañará, y tampoco permitiré que lo hagan con los hombres de mi pueblo, que disfrazadas de bondad cometan estos actos.»
Una gran ira se apoderó de él de una forma aterradora.
«Y ahora sin Cassandra, no hay forma de exterminar al sácrifo. Los sacrificios son la solución más viable para amenguar la lepra del pueblo», pensó decidido.
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Cassandra corrió desesperada sin parar con su hija en brazos por el bosque, buscando llegar al pueblo de Lathern, el cual había visitado anteriormente con Nicodelo en el pasado. La tierra mojada no le permitía atravesar el forestal fácilmente. Entre llanto, quejas y desespero, continuó esperando llegar a la ciudad.
Unas horas más tarde, un guardia visualizó una mujer a lo lejos viniendo del forestal.
—¡Alto! ¡Identificación! —gritó el guardia de la entrada y la mujer se acercó aún más. —Reina Cassandra de Aquios. —se sorprendió al ver a la mujer embarrada y fatigada —¡Por favor, pase! La llevaré ante el rey.
—No —respondió frustrada—. Solo llévame a una bañera y cumple tu deber —ordenó.
—Reina Cassandra, no puedo recibir órdenes de líderes de otros pueblos. —la miró fijamente— La llevaré a una cabaña vacía para que pueda bañarse, pero posteriormente deberá hablar con el Rey Zarek.
El guardia guió a Cassandra a una cabaña, en la cual se bañó ella y su hija. Agarró de su bolsa un poco de pan y se lo dio a la pequeña niña que estaba hambrienta, tras comer la miró unos segundos.
—Mi amor... —sus ojos se pusieron llorosos— Eres la única luz que queda en mi vida. —acarició su mejilla
—Mamá —respondió la niña anteriormente a abrazarla
«Necesito salir un segundo...», pensó confundida, con la mente en blanco
Salió afuera y golpeó la puerta de la cabaña que se encontraba al lado de la suya.
Tras unos segundos una mujer abrió.
—¿Diga?
—Buenas noches, soy la Reina Cassandra de Aquios. Necesito que usted me haga un favor, cuide a mi hija. Debo hacer algo importante.
—Sí, señora. Estará aquí cuando vuelva. —respondió confundida
La amable mujer, sujetó la mano de la niña y la llevó caminando lentamente hacia adentro de la cabaña, aunque la misma comenzó a llorar por no querer despegarse de su madre.
A continuación Cassandra se dirigió a la taberna, entró y se sentó en la barra.
El lugar estaba repleto de mesas de madera, iluminado por un montón de velas de sebo y decorado por macetas de piedra con pequeños pinos, sumando algunos cuadros extravagantes que hacian del ambiente un sitio acogedor.
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Saga de Hechicería: La Sangre Mágica
FantasiaAlysa siente en lo más profundo que debe encontrar el camino hacia el verdadero propósito para el cuál fue elegida, ordenar cada pieza para lograr la redención de la humanidad con un solo objetivo: unificar la sangre mágica para siempre. Pero el pa...