Capítulo cuarenta y cinco

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El funeral de Sasha fue una de las cosas más difíciles a las que me tuve que enfrentar siendo soldado, estando parada mientras la enterraban, con la mano en el corazón y escuchando a Hange hablar de como Sasha Brauss había sido un soldado ejemplar y entregado su corazón por la causa, pensaba que soportaría romperme cada hueso del cuerpo una y otra vez con tal de tenerla de vuelta.

Cuando terminó, Armin, Mikasa, Connie y yo, nos quedamos sentados a un lado de su tumba, la noche anterior, Connie y yo habíamos hurtado una bolsa con las galletas favoritas de Sasha, los cuatro comimos juntos entre lágrimas silenciosas y después un llanto incontrolable; Niccolo había recibido la noticia de parte mía y de Connie el día después de nuestra llegada de Marley pero no había podido asistir al funeral por ser un Marleyano, sin embargo, había mandado flores esa misma mañana y ahora se encontraban cuidadosamente puestas a un lado de la lápida de Sasha.

Uno a uno, los chicos fueron abandonando el sitio, pues aún teníamos que llenar reportes y el papeleo interminable con el que solíamos ayudar a Hange, además de todo el asunto de Eren y Zeke, sin el capitán Levi también era difícil seguir el ritmo, pues se encontraba vigilando al rubio en alguna parte, no teníamos mucho tiempo para llorar por la gente a la que queríamos, yo me pasaba las noches en la enfermería a un lado de Jean, sus padres habían viajado al distrito en cuanto recibieron la noticia y lo acompañaban durante el día, no había mejoras pero tampoco empeoraba, el doctor seguía diciendo que todo era cuestión de su voluntad para vivir.

Yo comenzaba a dudar de esa voluntad.

Mikasa y yo éramos las únicas que quedábamos en la tumba, ella se encontraba abrazando sus piernas con fuerza contra el pecho, algo que hacía siempre que cosas malas pasaban, me senté a su lado.

— No saben igual. — musitó.

Me giré a verla, confundida.

— Las galletas...no saben igual de buenas si Sasha no está aquí. — aclaró con la voz ronca.

Tenía razón, la comida de la legión no era exactamente la mejor (no comíamos carne todos los días como la policía militar) había mejorado mucho desde que los voluntarios habían llegado y se recuperaron los distritos de afuera, sin embargo, el gusto culposo de Sasha eran unas galletas saladas que solíamos desayunar cuando el presupuesto era extremadamente bajo después de una expedición ¿por qué? Nadie la comprendía pero solíamos compartirlas y no nos parecían tan malas, aunque en esos momentos bien podría haber estado comiendo avena vieja y sería igual, no parecía que estuviese comiendo lo de antes.

— Tienes la boca llena de razón...y de galletas, claro está. — respondí en un pésimo intento de broma.

Mikasa no se rió, sino que comenzó a llorar en silencio, con el rostro enterrado en sus rodillas, la acerqué a mí con cuidado, sabía que la estaba pasando mal, Connie estaba molesto con ella por defender a Eren, le había gritado el día después de nuestro regreso en medio de una discusión, entendía sus razones, al fin y al cabo, de no haber seguido su descabellado plan, Sasha seguiría con nosotros y Jean no estaría inconsciente en una cama de hospital, pero también entendía a Mikasa, quería a Eren más que cualquiera de nosotros, había algo entre ellos bastante difícil de comprender visto desde fuera, la había traicionado también y no creía que ella quisiera que lo que todo estaba pasando hubiese pasado en primer lugar.

Al fin y al cabo, Mikasa también había perdido a Sasha.

— Hey... está bien llorar, no tienes por qué esconderlo. — susurré.

— Es una mierda. — respondió ella. — Una jodida mierda.

Asentí, sintiendo mis ojos mojarse con lágrimas.

About Last Night /  𝐉𝐞𝐚𝐧 𝐊𝐢𝐫𝐬𝐜𝐡𝐭𝐞𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora