Capítulo cuarenta y ocho

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Cuando era pequeña perdí el habla después de la caída de Shiganshina, bueno no exactamente, pero mi cerebro decidió que no pronunciaría palabra a nadie, me sumí en el mutismo y ni siquiera mi abuela podía sacarme de ahí.

Me dice que son de Shiganshina, probablemente la pobre chiquilla vio algo impresionante y esta es su manera de procesarlo, ya hablará señora Cassel, tan sólo dele tiempo. — fue lo que dijo el doctor.

— Mi pobre niña. — murmuraba mi abuela contra mi coronilla. — Guardarse las cosas así sólo te hará daño.

Lo gracioso es que sólo volví a hablar, seis meses después, porque mi abuela enfermó y necesitábamos ayuda.

A partir de ahí, siempre que siento que no puedo manejar lo que está pasando me sumo en silencio, ahora hay veces en las que tengo que sacar mis ideas para procesarlo y otras en las que lo que tengo que procesar es demasiado y simplemente es como si tomaran mi voz y la lanzaran por la ventana, se va.

Es por eso que me encontraba sentada en una de las sillas de la celda en la que estábamos, con las piernas pegadas al pecho y mi cabeza enterrada en ellas mientras miraba lo que pasaba frente a nosotros, Niccolo estaba peleándose con uno de sus compañeros y yo no era capaz de pronunciar palabra, nadie, de hecho, éramos meros espectadores.

— ¡Todo lo que hacías era hablar de esa maldita zorra! — le reclamó el chico al otro lado de las rejas.

Niccolo se movió demasiado rápido como para detenerlo y de pronto el cuerpo de su compañero chocaba contra el metal de las barras.

— ¡Dilo de nuevo desgraciado! ¡Habla así de ella una vez más y voy a enseñarte lo bien que sé golpear! — respondió el rubio sujetándolo a través de las rejas, Connie y Jean se acercaron para separarlo y el chico se fue.

— Espero al menos que tus amigos demonios hayan tomado de ese vino, será lo mejor para todos. — fue lo ultimo que dijo.

El rapado tomó a Niccolo por el cuello de su camisa y le exigió saber que pasaba con el vino y por qué había tanto revuelo acerca de éste.

— Yelena nos dijo que lo sirviéramos a todos los altos rangos de la milicia, no nos explicó por qué pero...creo que comienzo a deducir la razón y tiene que ver con Zeke.

Así fue como nos contó del fluido espinal y lo que significaba para todos lo que lo habían tomado.

— Entonces el maldito tiene un poder sobre nosotros, más grande de lo que creíamos. — concluyó Jean.

Saqué aire y miré a Mikasa, desde que había llegado se veía tan triste, Armin estaba golpeado y yo no tenía ni idea de que preguntarle o de si quería las respuestas a las preguntas, no en ese momento, pero algo era seguro: estaban abatidos.

— Nos...nos salvaste. — habló Connie. — En el salón, no nos dejaste tomarlo...mierda, te debo una.

— No quería ofenderlos...pero sabía que era la única manera de alejarlos de esa cosa. — respondió.

La conversación murió, realmente no teníamos mucho que decir, estábamos encerrados, Floch y los jeaggeristas habían tomado control de la milicia, las personas que habían tomado vino habían sido separadas, incluyendo a Falco, los voluntarios se habían liberado y no teníamos ni idea del paradero de Hange.

Sentí a Jean sentado a mi lado acariciándome la espalda mientras yo me hundía más y más en un sentimiento parecido a la desesperación, medio presente en la conversación.

— Pero...Eren nunca los lastimaría ¿no es así? — habló Connie mirando a nuestros amigos.

Los ojos de Mikasa se llenaron de lágrimas al instante y se abrazó de su bufanda aún más. Entendí al instante que la afirmación de Connie había dejado de ser cierta.

About Last Night /  𝐉𝐞𝐚𝐧 𝐊𝐢𝐫𝐬𝐜𝐡𝐭𝐞𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora